En 1915, D.W. Griffith estrenó una de las más incontestables obras maestras de la historia del cine, una película que cambió la narrativa visual para siempre… y que, al mismo tiempo, es uno de los títulos más racistas jamás filmados. Hablo de El nacimiento de una nación, claro, que ponía al Ku Klux Klan bajo una perspectiva positiva. De hecho, esta glorificación llevó incluso a que se pusiera de moda el merchandising de la asociación xenófoba: se vendían desde sombreros picudos hasta delantales con símbolos del KKK. De hecho, ayudó a su reformulación posterior. Por suerte, los tiempos cambiaron muy rápidamente… ¿No?
Todos contra el KKK
Por extraño que nos suene, a día de hoy sigue habiendo unos 6000 miembros del KKK en Estados Unidos (muy alejado, eso sí, de los 6 millones a los que llegaron tras El nacimiento de una nación) pero ya distan mucho de tener ningún medio que los reivindique: incluso los canales televisivos más conservadores tratan de alejarse como sea del gorro picudo, en parte por la evolución natural del mundo y en parte por la representación que se ha hecho de ellos en películas como Forrest Gump.
Dura solo unos segundos, pero al inicio de la mítica película de Robert Zemeckis podemos ver a Tom Hanks vestido como Nathan Bedford Forrest, un hombre en cuyo honor le pusieron el nombre para recordar que «todos hacemos cosas que, bueno, no tienen sentido». Y es que Bedford Forrest existió de verdad, fue uno de los primeros miembros del KKK y, años más tarde, se dedicó a luchar contra el grupo poniendo todos sus esfuerzos en ello.
Curiosamente, la novela original sí que dedica varias páginas a hablar sobre este antepasado de Forrest (o eso se indica de que esté interpretado por el mismo actor), algo que obviamente Zemeckis creyó que distraería demasiado del resto de la película, así que deja en el simple gag. Por suerte, décadas después de El nacimiento de una nación, no podía ser de otra manera… porque ya nadie se lo tomaba en serio.