¿Y si te digo que hay una película guionizada por los Hermanos Coen y dirigida por Sam Raimi con Bruce Campbell en el reparto de la que es posible que no hayas oído hablar? Y ojo, hay un motivo para ello: hubo tal bronca continua entre Embassy Pictures y Raimi, con peleas constantes en el plató hasta que, al final, ni siquiera le permitieron montarla. Cambiaron la banda sonora, eliminaron cualquier influencia de Raimi, llamaron «gilipollas» a Campbell y el director llamó a la película «horrible, horrible, horrible y deprimente». Quizá por eso no hayáis oído hablar de Ola de crímenes… ola de risas.
Ola de (pocas) risas
La película costó más de dos millones y medio de dólares, que Raimi consiguió rápidamente tras el éxito de Posesión infernal, pero fue un fracaso como pocos se han visto: en total consiguió recaudar… 5.101 dólares, puesto que solo se proyectó en un par de cines con la única intención de que HBO la fichara para emitirla después. Raimi, a día de hoy, afirma que no puede verla y Campbell, que iba a protagonizar la película antes de que el estudio le sustituyera, cree que fue «una lección sobre el error».
Sin embargo, hay algunos pequeños detalles que aún sobreviven de lo que la película podría haber sido. Uno de ellos es un periódico en el que hace una referencia al final de la que sería su siguiente película, Terroríficamente muertos («Los militares cierran zona de asesinato en Tennessee. Descubierta perturbación en el espacio-tiempo»). Y, ya de paso, a Sangre fácil, de los hermanos Coen («Elks honrará a un célebre detective de Texas»), aunque esta es un poco más difícil de pillar.
Lo de Ola de crímenes… ola de risas es una de las mayores injusticias de la historia del cine, e hizo que los Coen dirigieran todos sus guiones desde aquel 1985 hasta 2012, cuando permitieron a Michael Hoffman rodar Un plan perfecto (con poco éxito, todo sea dicho). La parte buena es que siguieron siendo amigos de Raimi y Campbell, porque el hecho de que un estudio no sepa crear maravilla cuando tiene todos los ingredientes para ello no es culpa de esos ingredientes, al fin y al cabo.