Con lo bien que lucía la primera Star Wars, es imposible adivinar que su presupuesto fue de tan solo once millones de dólares (de la época, equivalentes hoy a 57 millones, una película de presupuesto medio-bajo). Y eso que originalmente el presupuesto que Fox le dio era de cinco millones ajustados, lo que le obligó a reducir gran parte de los planos con efectos especiales. El hecho de que tuvieran poco presupuesto fue lo que llevó a Toshiro Mifune a rechazar el papel de Obi-Wan Kenobi: creía que iban a utilizar efectos especiales baratos y a dañar su «orgullo de samurai».
Unos efectos patateros
Imagina que tienes un presupuesto bajo, y te gastas un cuarto tan solo en cuatro planos que George Lucas exigía que fueran perfectos. ¿Cómo haces el resto de los cientos de planos con efectos visuales con un presupuesto pequeño en tan solo seis meses, cuando normalmente tardarías un año y tendrías un presupuesto normal? Algo tenían que hacer para salirse con la suya sin que el público lo notara.
Y lo hicieron tan bien que en El imperio contraataca, ya con más presupuesto, siguieron tirando de efectos especiales baratos. Por ejemplo, cuando el Halcón Milenario escapa y Han debe pilotarlo a través de un cinturón de asteroides, estos eran originalmente cosas de andar por casa. Uno era una patata (que casi da a la nave) mientras que otro era un simple zapato para jugar a tenis. Creatividad o muerte, vaya.
Star Wars acabó ganando el Óscar a mejores efectos visuales (junto con otros siete), y aunque recibió otros dos premios honoríficos, la saga nunca volvió a ganar un premio de la Academia desde El imperio contraataca. Y viendo las cifras de taquilla, ni falta que le hace.