A finales de los 70, a ningún estudio le interesaba la ciencia ficción. Era algo del pasado, de los cutres años 50, y nadie siquiera valoraba proyectos del género (aparte, por supuesto, de Roger Corman). Sin embargo, ocurrió algo inesperado que trastocó la ruta prevista: Star Wars fue un exitazo increíble en 1977, y de pronto todos buscaron algo con lo que continuar su estela. ¿Y qué tenía Fox en la mesa en ese momento? El guion de Alien. Pura casualidad, pero a veces las casualidades también financian películas.
El octavo pasangriento
Aunque originalmente, al vender el guion, sus creadores trataban de llamar la atención diciendo que era «Tiburón en el espacio», Ridley Scott cambió su percepción en cuanto llegó al proyecto, afirmando que sería «La matanza de Texas de la ciencia ficción». Ya le gustaría a muchas películas ser comparadas con una o con la otra. Sin embargo, en ninguna de las dos hay un agujero de guion tan grande como en esta saga.
Y tiene que ver con la sangre de los xenomorfos, que, como todos sabemos, es verde y corrosiva… cuando a la película le da la gana. Al principio de Alien, cuando vemos por primera vez un Abrazacaras, su sangre corroe hasta dos pisos de la nave en un momento, algo que vemos corroborado más adelante. Sin embargo, cuando Ripley atrapa al alienígena con un arpón, la sangre de este no lo corroe, permitiendo así continuar con el clímax sin mayores problemas. Los fans se han quejado durante años, y con razón.
Pero hay una teoría oficial sobre el porqué la sangre a veces es corrosiva y a veces no: en el libro Aliens: Colonial Marines Technical Manual, de 1995, podemos leer que la sangre ácida funciona como una batería bio-eléctrica, dando energía al bicho sin necesidad de oxígeno. O sea, que el nivel de ácido de la sangre depende de lo «cargada» que esté, y explicaría por qué a veces es capaz de corroer la Nostromo al completo y a veces, simplemente, es de un asqueroso color verduzco. Eso sí: es una teoría sin confirmar, así que hasta que las películas no lo expliquen, cogedlo con pinzas, ¿vale?