Además de lo nuevo del cineasta iraní, en la cuarta jornada vemos ‘El lugar de la otra’ de Maite Alberdi
Decía Antón Chéjov que si pones un rifle cargado en el escenario hay que usarlo. Por «rifle» se entiende el arma, claro, pero también cualquier elemento de la narración, que debe ser siempre necesario e irremplazable. De esta idea del dramaturgo nació el término Pistola de Chéjov y su uso como principio dramático es incuestionable. En La semilla de la higuera sagrada, el «rifle» es un arma real. Hay que dispararlo.
La semilla de la higuera sagrada, una de las Perlas de la 72ª edición del Festival de San Sebastián, es la representante alemana de los Oscar 2025. Antes de llegar a tierras donostiarras, el filme compitió por la Palma de Oro en Cannes. Allí, en el certamen francés, el director Mohammad Rasoulof pudo defender su nuevo proyecto tras abandonar su país a escondidas después de ser condenado a ocho años de cárcel y flagelación por el contenido de sus películas. La semilla de la higuera sagrada, como sus anteriores proyectos, denuncia la situación política y social de Irán.
La pistola de la que te hemos hablado no tarda en aparecer. El filme arranca con ella cuando se la entregan a Iman, un hombre que ejerce de abogado y que ha sido ascendido. Su sueldo ha aumentado y le han prometido una casa mejor para él y su familia, pero su trabajo consiste ahora en aprobar penas de muerte y mantenerse en el anonimato es crucial. La pistola es su protección. Su mujer Najmeh y sus hijas Rezva y Sana también deben enfrentarse a las consecuencias del nuevo puesto de trabajo de su padre: nada de fotos en redes sociales ni amistades problemáticas.
El ascenso de Iman coincide con el aumento de las protestas contra el gobierno después de la muerte de Mahsa Amini, una mujer arrestada en Teherán por negarse a llevar el hijab. Fue detenida por la «policía de la moral» y golpeada violentamente, pero lo que dicen en televisión, que falleció de un infarto, no concuerda con lo que Rezva y Sana están viendo en redes sociales. La situación en las calles y los cientos de penas de muerte que firma Iman a diario aumentna su paranoia. Cuando la pistola desaparece, la desconfianza y el caos afecta a la relación familiar.
La semilla de la higuera sagrada es un drama social que se va transformando en un gran ‘thriller’. Rasoulof hace fácil lo difícil y comprensible la experiencia ajena condensando el problema de todo un país en un único núcleo familiar. A través de unos personajes elegidos y retratados con gran atino, el cineasta es capaz de mostrar las diferentes reacciones y situaciones de la sociedad iraní: los jóvenes y su espíritu de rebeldía ante la opresión por un lado. Los adultos más contagiados por la tradición por otro. También ayudan las imágenes reales de las protestas ocurridas en el país, que apuntalan el contexto de la historia.
La pistola de La semilla de la higuera sagrada, de forma orgánica y casi sin esperarlo, va convirtiéndose, progresivamente, en protagonista de la historia. Lo que parece un simple accesorio en el que hacer algo de hincapié en el inicio del relato se transforma en una bomba de relojería. El arma es indicadora de la temperatura de la tensión del relato y las fricciones entre los personajes. Es necesaria e irremplazable. Por lo tanto, siguiendo la enseñanza de Chéjov, es disparada. Con esa bala, Rasoulouf no solo cumple con lo anticipado en la película, también es toda una declaración política para su país.
‘El lugar de la otra’: Una habitación propia
Fue Virginia Woolf la que dejó constancia de que «una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas». Novelas, sí, pero también para escribir tu propia vida. El lugar de la otra, lo nuevo de la directora Maite Alberdi que compite por la Concha de Oro, es, en esencia, lo que dijo Woolf hace 95 años.
El lugar de la otra, un filme con algo de encanto, pero al que le falta mucho carisma; cuenta la historia de la escritora María Carolia Geel, que asesinó a su novio en el Hotel Crillón de Santiago de Chile el 14 de abril de 1955. El filme sitúa el crimen como punto de inflexión en la vida de Mercedes, la secretaria del fiscal encargado de llevar el caso y una mujer que se desvive para cuidar de su marido y sus dos hijos. Cuando visita la casa de la acusada, empieza a cuestionarse su vida y su identidad.
Mercedes, interpretada por Elisa Zulueta, se despierta, cada día, con los ronquidos de su marido. En el desayuno, que prepara ella, la comida se acaba antes de que tenga tiempo de sentarse. La gestión doméstica recae en ella y solo en ella. La vida en casa es casi insoportable. Pensar en una misma es imposible. Pero cuando entra en la casa de María, el ruido desaparece. Mercedes encuentra en el apartamento de la escritora un refugio para reencontrarse. Es adictivo. Ir allí supone convertirse en otra persona, independiente y libre.
Mientras Mercedes juega a ser otra mujer, la acusada también encuentra su habitación propia en una cárcel de mujeres. Haciendo honor a Woolf, es en su cuarto de la prisión en el que escribe su nuevo libro. Cada mujer, al final, se construye su libertad como puede.