El día que Christopher Reeve despertó en el hospital, descubriendo que estaba parapléjico, le pidió a su mujer que le dejara ir, creyendo que su vida había acabado para siempre. De hecho, según contaba él mismo, su vida entró en un vacío y en un agujero negro del que era imposible reponerse… hasta que, de repente, apareció en su habitación un proctólogo ruso diciendo todo tipo de barbaridades. Reeve empezó a reírse por primera vez, y el doctor se bajó la mascarilla: era el que consideraba su «hermano» en Hollywood. O sea, el mismísimo Robin Williams, quizá el actor más añorado y querido de la historia de Hollywood. Y con razón.
El indomable Robin Williams
Está claro que nadie puede igualar las dotes de Williams en la comedia, y eso lo puede corroborar cualquiera que le haya visto hacer stand-up. Pero en el drama también era un actor sobresaliente, y para prueba tenemos su emocionante actuación en El indomable Will Hunting, que, además, le valió un Óscar como mejor actor de reparto. De hecho, fue uno de los dos que ganó la película esa noche: el otro fue para el guion de Matt Damon y Ben Affleck.
Aunque la mejor escena de la película, curiosamente, no estuvo guionizada y fue una improvisación de Williams. Se trata del momento en el que le dice a Damon que su mujer se tiraba pedos por la noche, y, de hecho, una vez despertó al perro y no tuvo el corazón de decirle que había sido ella. Damon estalla en carcajadas y puedes ver cómo el plano empieza a moverse un poco: el cámara no pudo evitar la risa y acabó así en la película final, una pequeña muestra de su genialidad.
Conste que Damon no recordaba que la escena hubiera sido improvisada en su participación en el programa de comer alitas picantes Hot Ones, aunque dejó claro que podría ser así perfectamente. Y, francamente, a estas alturas preferimos creer la leyenda antes que ninguna posible realidad alternativa.