Y no creáis que es una película de serie B, es en todo un mito de la historia del cine
10 minutos y 53 segundos. Eso es lo que dura una de las escenas de acción más míticas de la historia del cine: una persecución en coche por las calles de San Francisco en las que hay coches volando a toda velocidad, escenarios reales y adrenalina pisando el acelerador. Era 1968 y Steve McQueen no se andaba con chiquitas: Bullitt se rodó íntegramente en San Francisco sin utilizar prácticamente sets de rodaje y todo el mundo implicado, sobre todo su director, Peter Yates, sabía que esta era la escena por la que la película pasaría a la posterioridad. Y vaya que si lo hizo.
¡No me refería estos Beatles!
Aunque bien es cierto que si vas a San Francisco y quieres hacer el mismo recorrido que hacían los protagonistas de la cinta, lo tienes claro, porque cuando toman una curva aparecen en otro lugar que, en la vida real, está a kilómetros de distancia. No importa: la magia del cine hizo que se unieran para siempre, y todo salió a pedir de boca gracias al poder del montaje (que ganó el Óscar ese año) y a un rodaje que tardaron semanas en perfeccionar.
Eso sí, ni el montaje pudo evitar uno de los gazapos más divertidos de la historia: al rodar al mismo tiempo desde distintos ángulos y aprovecharlos para crear la ilusión de que se trataba de nuevos planos, algunos coches que pasaban por su lado aparecieron varias veces. La mayoría nos dieron igual, pero hay uno particularmente hilarante: un Volskwagen Beetle (o sea, el clásico Escarabajo) que sobrepasa hasta cuatro veces, dejando que el espectador más avezado se pregunte si ese conductor tenía realmente el poder de la ubicuidad.
Lo creas o no, después de terminar el rodaje, el coche de McQueen no fue a un museo, sino que se reparó y acabó vendiéndose por los anuncios clasificados a un tal Robert Kiernan, que lo condujo durante seis años como el coche familiar antes de guardarlo en un garaje, y ni siquiera se lo quiso vender de vuelta al actor. En 2020, el hijo de los Kiernan consiguió venderlo por 3,7 millones de dólares. O lo que es lo mismo, el presupuesto total de la película a finales de los 60. A eso se le llama ir a toda velocidad.