No se puede decir que Hayao Miyazaki tuviera una relación fluida y agradable con Estados Unidos. Ya a finales de los 90 fue a reunirse con el malogrado Harvey Weinstein para distribuir allí La princesa Mononoke y, segun cuenta, le bombardeó con un ataque agresivo pidiéndole cortes por todos los sitios. La respuesta del productor de Ghibli fue sencilla: mandarle una katana con una nota: «Sin cortes». Al final, se salió con la suya. Sin embargo, ese amor-odio continuaría con los años, incluyendo el momento de su segunda nominación al Óscar.
El castillo ambulante de Chihiro
Cuando la Academia de Hollywood creó la categoría en los Óscar de Mejor Película Animada, muchos dieron por hecho que era una excusa para premiar a Disney todos los años. Sin embargo, sin contar las victorias de Pixar, no ganó hasta 2013 con Frozen. Antes, en 2002, el segundo premio de la historia de la categoría fue para Hayao Miyazaki por El viaje de Chihiro, que venció justamente a Lilo y Stitch, Spirit o Ice Age.
Tras el exitazo, lógicamente, tenía que hacerle un guiño en su siguiente película, El castillo ambulante. Y así, hizo que en la casa de Howl hubiera un disco a la entrada con cuatro colores: amarillo, negro, rojo y verde. Exactamente el rosetón que estaba en la pared del lugar al que entran al inicio de Chihiro. A eso se le llama unir dos mundos por la patilla.

Ghibli
Por cierto, Miyazaki también fue nominado al Óscar por El castillo ambulante, y se negó a ir a la gala debido a la invasión de las tropas estaounidenses en Irak. No hizo falta: fue vencido por Wallace y Gromit: La maldición de las verduras. De hecho, no volvería a ganarlo hasta 2023, cuando triunfó por El chico y la garza. Y ya no necesita mandarle katanas a nadie para asegurarse que sus películas no tendrán cortes.