Thomas Andrews no sabía que el Titanic iba a hundirse mientras lo estaba construyendo, pero pensó en la posibilidad de que todo saliera mal, e insistió una y otra vez en algo que ahora nos parece obvio: veinte barcas de emergencia no eran suficientes para salvar a toda la tripulación en caso de accidente. Sin embargo, los que ponían el dinero (quiénes si no) insistieron en que encarecería mucho la construcción y lo dejaron de lado. Mientras Andrews se hundía con el banco probablemente un par de sus últimos pensamientos fueran para ellos. Y con razón.
Un héroe en el fondo del mar
Cuentan que el día que el Titanic chocó contra el iceberg, Andrews estaba en la Cubierta A, tratando de salvar a tanta gente como pudiera. Una de esas personas era Annie Robinson, una azafata que no quería ponerse la chaqueta salvavidas. «Póntela, camina con ella, deja que los pasajeros te vean. ¡Póntela! Si valoras tu vida, póntela». Salvó a incontables personas dándoles instrucciones precisas de cómo llegar a los botes salvavidas, y se cree que murió en el mismo momento que el barco se partió en dos. Los periódicos hablaron de él poniéndole la justa etiqueta de «héroe».
James Cameron, que trató de poner un minuto de gloria en los implicados más heroicos y conocidos en Titanic, tuvo que sacar a Andrews en su película, en este caso interpretado por Victor Garber. Es, para que le ubiquéis, la persona que sonríe a Jack mientras está intentando entrar en la primera clase para hablar con Rose. Eso sí, Cameron evitó mostrar su muerte, aunque sabemos una cosa sobre ella: pertenece a aquellas personas cuyo cuerpo no fue encontrado y aún vaga por el fondo del océano.
Por cierto, después de Titanic la carrera de Garber realmente explotó: consiguió seis nominaciones a los Emmy, además de conseguir el rango de oficial de la Orden de Canadá. Un éxito merecido por interpretar a un héroe con todas las de la ley.