En 1994 uno de los videojuegos más conocidos de todo el mundo cobró vida en forma de película. Se estrenó Street Fighter, la última batalla, una cinta que fue un éxito comercial contundente, pero que no paró de recaudar críticas, tanto de la prensa, como del público y de los fans del videojuego. De hecho, fue considerada una de las peores películas del año y, a día de hoy, así se sigue recordando.
Detrás de las cámaras la cosa no fue mucho mejor. Su desarrollo fue una auténtica pesadilla y estuvo marcado por la mala suerte, las enfermedades, circunstancias trágicas y drogas. El director intentó seguir adelante con las cartas que le había tocado, pero el reparto no se lo puso nada fácil. Hasta Jean Claude Van Damme estaba desaparecido, sumido en un bucle de adicciones.
El director elegido para la adaptación fue Steven E. de Souza, quien había trabajado como guionista en Commando (1985) y Jungla de cristal (1988). También había escrito, dirigido y protagonizado su propia película, Arnold’s Wrecking Co., con la que se inició en esta industria pero no tuvo mayor relevancia. Cuando le propusieron dirigir esta cinta, él no estaba interesado. Quería hacer una aventura más similar a James Bond y creyó que iba a poder hacerlo, pero no contaba con todo lo que vino después.
De Souza tuvo que trabajar con las constantes interrupciones de los ejecutivos del estudio, que le pedían que metiera más personajes -en el videojuego son unos 19-; y le impusieron el fichaje de dos grandes superestrellas de Hollywood como eran Jean Claude Van Damme y Raul Julia, cuyo fichaje se comió todo el presupuesto e impidió que el resto de actores ensayaran sus escenas de artes marciales. A esto hay que añadir a un protagonista que no acudía al rodaje: Van Damme, iba «drogado hasta la médula», cuenta De Souza en una entrevista con The Guardian.
El estudio había contratado a un cuidador para que lo cuidara, pero, por desgracia, el propio cuidador era una mala influencia. Jean-Claude llamaba tantas veces para decir que estaba enfermo que tuve que seguir mirando el guion para encontrar algo más que filmar
Parece que hay pocos que guarden un buen recuerdo de él. Keith Heygate, asistente de dirección, dice que era «extremadamente difícil trabajar con él» y que hay muchas historias que no puede contar, todas relacionadas con su mal comportamiento y su adicción a las drogas y al alcohol. «Van Damme ciertamente se pavoneaba en el set, le dejaba saber a todo el mundo quién era la estrella», recuerda el actor Robert Mammone.
«¿Una pelea con cuchillos? No sé nada»
El rodaje fue una consecución de problemas. Parecía que nada salía bien. Por un lado, Raul Julia sufría cáncer de estómago en estado avanzado y no podía entrenar como habían previsto. Por otro, nadie del reparto estaba realmente preparado para sus escenas de acción. «Nos dimos cuenta a mitad del rodaje de que los distintos personajes tienen estilos diferentes. Alguien dijo: ‘Un momento, ¿por qué todos luchan de la misma manera?«, recuerda Byron Mann (Ryu) en la entrevista.
«Un día estaba almorzando y un asistente de dirección se me acercó y me dijo: ‘Oye, ¿estás listo para tu pelea con cuchillos?’ Le dije: ‘¿De qué estás hablando? No sé nada al respecto’. Fui a ver a uno de los extras tailandeses, un especialista, y le pregunté si podía ayudar. En el acto, me enseñó lo que sabía, y eso es lo que se ve en la película. Y era una espada afilada, no de plástico. Podría haberme lastimado a mí mismo y a otros», asegura.
A esta falta de preparación hay que añadir los problemas de presupuesto, que obligaban al equipo a tomar medidas drásticas para abaratar costes. «Después de diez días en Bangkok, llevábamos seis días de retraso, fue una tortura. Los productores me dijeron: ‘¡Lleváis retraso!’. Así que hice un viejo truco de John Ford: abrí el guion, arranqué una página y dije: ‘Listo, estamos de nuevo en marcha«, cuenta el director. Dado que las escenas no se rodaban o se filmaban en un orden desconcertante, los actores terminaron por no entender lo que estaban haciendo.
Caos en el rodaje y caos en los decansos. Los actores pasaron mucho tiempo en Bangkok mientras duraba la producción de la cinta, yendo, básicamente, del bar, al gimnasio y a la película. Esto provocó enfrentamientos. «No voy a dar nombres, pero tuve una de esas relaciones de bromas de hermano-hermana con uno de los otros actores», cuenta Ming-Na Wen (Chun-Li), «Recuerdo que un día le di un puñetazo tan fuerte que lloró. ¡Estábamos bromeando!».