Una mirada retrospectiva de uno de los mejores largometrajes de M. Night Shyamalan
Enigmática y misteriosa es la carrera de M. Night Shyamalan. Salpicada de períodos cuanto menos complicados, la prolífica filmografía de este director ha sabido producir una serie de obras maestras.
Este fue particularmente el caso a principios de la década de 2000, cuando Shyamalan recién comenzaba en Hollywood. Tras fichar sucesivamente dos auténticas joyas con El sexto sentido y El protegido, el director nos ofrece una tercera joya con la magistral Señales.
Protagonizada por Mel Gibson y Joaquin Phoenix, esta singular película de terror y ciencia ficción se benefició de una atmósfera deliciosamente inquietante, de una puesta en escena exquisita y, por tanto, de un final impresionante.
Un sorprendente giro, que solo Shyamalan podría hacer, nos invitó a reconsiderar toda la película (y en particular su título) con nuevos ojos. La película sigue las desventuras de Graham Hess, su hermano Merrill y sus dos hijos Morgan y Bo.
A medida que extraños fenómenos comienzan a ocurrir en todo el mundo, Graham gradualmente nota la aparición de círculos misteriosos en los campos de maíz que rodean su granja, así como otros signos de una invasión alienígena.
En cualquier caso, esto es lo que asume cada espectador cuando comienza la historia. Pero a medida que se desarrolla la trama y, especialmente cuando ocurre la secuencia final, de repente comprendemos que las ‘señales’ en cuestión no son las señales de los invasores, sino de las múltiples intervenciones divinas que permiten a Graham vencer a sus enemigos al final de la película.
En todo caso, si aún no la has visto, Señales la puedes disfrutar en Disney+.