Alejandro G. Calvo ya ha visto la nueva película de la ganadora de la Palma de Oro en 2021: «Un paso más en la carrera de una directora básica en el cine contemporáneo»

El pasado 2021 la directora de cine y guionista francesa Julia Ducournau se convirtió en la primera mujer que ganaba en solitario -la primera fue Jane Campion con El Piano en 1993 pero ese año hubo dos películas ganadoras- la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cine de Cannes. Lo hizo con la no poco controvertida película Titane, su segunda obra como directora tras Crudo en 2016, una combinación de drama, ciencia ficción y terror que incluso había provocado que varias personas abandonasen la sala durante su proyección.
«Quizás la única pega que se le pueda poner a la película de Ducournau es que sus primeros quince minutos son tan buenos, tan increíbles a todos los niveles, que el resto de la cinta lo tiene difícil para remontarlos», escribiría sobre ella Alejandro G. Calvo en su crónica durante la cobertura del festival.
Cuatro años después de Titane, Ducournau vuelve a estrenar película en Cannes: su tercer largometraje, Alpha, en la que vuelve a combinar drama con body-horror a través de la historia de Alpha (Mélissa Boros), una adolescente de 13 años que vive sola con su madre y cuya vida cambia de un día para otro cuando regresa de una fiesta con una A grabada en el brazo con una aguja que rápidamente alerta a su madre por su relación con una grave enfermedad.
«Es una de las grandes películas del festival y la crítica la ha recibido con bastante tibieza. Le han dado más palos que elogios», comienza G. Calvo su crítica de Alpha tras haber podido ver la nueva propuesta de DuCournau. «Había mucha expectación por ver lo nuevo de una directora tan imprevisible, tan radical y, en mi opinión, tan fascinante».
«Alpha es una película complicada», sentencia. «Titane es su mejor obra y Alpha no está a su altura, pero recoge varias de las inquietudes de Julia Docournau -el body horror y los cambios abruptos en el cuerpo humano, el trabajo de la identidad de género y la alienación social- y las muestra en una película totalmente distinta a las dos anteriores, que es algo a valorar».
El contexto de la película, un mundo en el que hay una pandemia de un virus que se transmite a través de la sangre, «es una metáfora clara del SIDA», reflexiona el crítico. «Esta enfermedad, que no se llama SIDA en la película, tiene una representación física que no os voy a contar y que espero que llegue a los cines sin que se hayan visto esas imágenes. Merece la pena que alucinéis como hice yo porque me parece lo más potente de la película».
«Ducournau ha imaginado una enfermedad degenerativa sobre el cuerpo que, siendo de una brutalidad absoluta y una imagen realmente agresiva, alcanza ese raro vuelo poético surgido del horror que existe también en sus otras películas».
¿En contra? «La película es compleja, es difícil, está un poco enmarañada y, por momentos, se te puede atragantar», admite G. Calvo antes de su reflexión final: «Es una película cuyo impacto global es más flojo que las anteriores pero es una película tremenda. Es una película con unas ideas salvajes de una directora que parece no tenerle miedo a nada, y va sobrecargada de metáforas que no todas funcionan igualmente bien». Un paso más en la carrera de una directora básica en el cine contemporáneo.