Si nos ponemos a enumerar todos los momentos que nos han hecho llorar en Titanic en un momento u otro desde su estreno, puede que salga una interminable lista absurdamente grande. Pero hay un par de escenas que siempre consiguen dar en el clavo. Una, el momento de la tabla (siempre que la persona que tengas al lado no traiga de vuelta el debate sobre si Jack podría caber). Otra, la madre irlandesa dejando que sus hijos duerman, una vez ha comprendido que van a morir, para que lo hagan sin miedo ni dolor. Pero hay mucho más detrás de esta historia.
La historia de Tír a nÓg
Según cuenta Jenette Goldstein, James Cameron, que ya había trabajado con ella en Aliens, se acercó con el guion y le pidió que escogiera cualquier personaje excepto el de la nieta de la Rose adulta, que ya estaba cogido. Ella escogió el papel de la madre irlandesa. Ni siquiera tenía nombre. Es más, uno de sus diálogos ni siquiera era tal, y el guion se conformaba con un «Les cuenta un cuento para irse a dormir». En el momento, ella le preguntó al director «¿Qué cuento?», y el resto de actores irlandeses del set la convencieron para que fuera la historia de Tír a nÓg, una clásica leyenda del país.
Le escribieron lo que tenía que decir, lo contó como nadie y quedó una escena maravillosa digna de recuerdo, que encajaba perfectamente con el tono de la película. Al final, en el cuento, los protagonistas vivían juntos durante más de 300 años, en la tierra de la juventud y la belleza eterna. Precioso, poético, ideal. Solo hubo un pequeño problema, que añade hilaridad a este momento tan bonito.
Y es que al terminar, Reece Thompson, el actor que hacía de niño, se acercó a ella preguntando «¿Cuándo vamos a hacer la siguiente escena?». Goldstein no sabía a cuál se refería, y el niño respondió «En la que nos montamos en los botes salvavidas y escapamos». La respuesta de la actriz fue un somero «Ehhhh, habla con tu madre». Y así es como traumatizas a un pobre chaval durante el rodaje de la película más famosa de la historia.