Parque Jurásico no empezó como novela, sino como guion de cine: Michael Crichton, que se resistía a escribir una historia sobre dinosaurios porque en aquel entonces estaban de moda (¿y cuándo no?) escribió en 1983 una película sobre un estudiante universitario que consigue clonar un pterosaurio. Aunque eso era lo de menos: la historia trataba del chico que clonó el dinosaurio, solo y totalmente en secreto. No se quedó a gusto con el resultado y lo dejó apartado durante cinco años, hasta que, finalmente, volvió con la idea de un parque de diversiones en 1988. Un parque… Jurásico.
El parque se cae a trozos
Las primeras lecturas de Parque jurásico lo vieron como una advertencia sobre la experimentación genética, e incluso se encontraron similitudes con Frankenstein, pero la realidad es que una visión actual se da cuenta de que Crichton y Spielberg nos estaban advirtiendo -quizá sin saberlo- sobre el capitalismo en su peor forma: trabajos precarios, obras a medio hacer y sueldos bajos. ¿No me creéis?
Fijaos bien: construir el parque costó cientos de millones de dólares, pero Hammond -el verdadero villano de la historia- decidió ahorrar costes como sea: el salario de Dennis Nedry era tan bajo que acabó traicionando a la empresa, no tenía un generador eléctrico de emergencia por si pasaba cualquier cosa, no tenía siquiera un tunel que protegiese los cables eléctricos… ¡Y tan solo contrató a una persona de servicio técnico! Pero a lo largo de la película, la precariedad se hace aún más obvia.

Universal
Si has construido tu parque en mitad de una isla en el Caribe, tienes que ser consciente de que pueda haber inclemencias climáticas, Concretamente… ¡Tormentas tropicales! Hammond decide evacuar la isla al completo por una de ellas, sin tener ni siquiera claro cuál es el plan al volver a la isla después de la tormenta: ¿Cómo va a meter los dinosaurios en las jaulas? ¿Cómo va a recuperar la electricidad? ¿De verdad no se dio cuenta de que estaba metiendo la pata al ahorrar tanto?