Durante años, los aficionados al cine se han hecho la misma pregunta: ¿Es, acaso, Parque Jurásico una película científicamente correcta? La respuesta, obviamente, es «no». No por sesudos análisis, sino porque, si fuera posible, el capitalismo habría hecho que tuviéramos ya decenas de «parques jurásicos» abiertos a lo largo del mundo, y no una simple (pero divertidísima) atracción en Universal Studios con animatronics. Y para probarlo, tenemos el punto de vista de un científico profesional que está trabajando en resucitar mamuts. No, no es una broma.
Ay, mamut (de Rigoberta Bandini)
El científico en cuestión, Ben Lamm, dirige una empresa llamada Colossal (nada que ver, a priori, con la fabulosa película de Nacho Vigalondo), una empresa de biotecnología que en su camino por resucitar mamuts no puede evitar resoplar cada vez que ve Parque Jurásico y, más concretamente, cómo extraen el ADN y el uso de la Lisina. Justo en lo que estaba pensando yo cuando la vi por última vez: ay, esa Lisina, qué mal representada está.
Resulta que la dependencia que tiene la historia de Parque Jurásico con la Lisina, aparentemente, no está bien mostrada, porque no funcionaría en la vida real ya que todos los animales tenemos dependencia de dicho aminoácido y, de hecho, casi todas las comidas lo contienen. «Si nuestro trabajo fuera tan fácil, ya tendríamos un mamut o incluso dinosaurios», ha dicho el científico. ¿Véis? Lo que decía al principio.
Según Lamm, además, la idea de su empresa no es la de crear dependencias en los animales que dejen de estar extintos, sino repopular la especie para que sobreviva por su cuenta. Vamos, que en unos años igual tenemos mamuts por la montaña al lado de las cabras, pero ni hablar de meterlos en un zoo. Anda que, Spielberg, cómo se te ocurre.