El 12 de agosto de 1969 se abría en Disneyland una atracción tan mítica que ha inspirado películas, cómics y hasta especiales de televisión: Haunted Mansion. O, como la conocemos aquí, la Mansión Encantada. La idea definitiva se le ocurrió a Walt Disney después de visitar la famosa Winchester Mystery House en San José (California) y ver puertas que se abrían de manera mecánica, ascensores, agujeros… Todos se pusieron a trabajar en ella, esperando que fuera un éxito. Lo que nadie pensaba es que 56 años después se convirtiera en un cementerio. De manera bastante literal.
Ashes to ashes, dust to Disneyland
Y es que los parques Disney se han convertido en uno de los lugares más populares de todo el mundo (o, al menos, de Estados Unidos) para esparcir las cenizas de los seres queridos, algo absolutamente prohibido por la dirección. A la gente le importa poco, y, aunque algunos esparcen las cenizas en un rincón o en un lugar tranquilo, deseando que su familiar repose eternamente en el sitio más feliz del mundo, otros lo hacen en medio de una atracción. Y claro. Sale mal.
Sobre el papel es una idea preciosa, pero el resultado es otro muy distinto: si esparces las cenizas de un familiar en una atracción, van a pasar dos cosas. La primera, que te echarán del parque y te prohibirán la entrada para siempre. La segunda, que tendrán que cerrar la atracción para limpiarla, y las cenizas de tu ser querido acabarán en la basura después de ser limpiadas a fondo, y tratadas como si fueran un residuo peligroso.
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Por suerte, la mayor parte de la gente que lo hace, lo hace, por ejemplo, en el cementerio de la Mansión Encantada, donde hay empleados que han reconocido que «tiene tantas cenizas humanas, probablemente, que ni siquiera es divertido». Ya sabéis: el vivo a Disneyland, y el muerto al hoyo.