Hay auténticas joyas recientes como El poder del perro, Bone Tomahawk o la exitosa serie de televisión Yellowstone que demuestran que el género wéstern no ha pasado de moda, pero lo cierto es que el clásico cine wéstern americano, que vivió su máximo apogeo en las décadas de los años 40 y 50, ha pasado por periodos de decadencia en los que parecía que ya no tenía lugar en la industria.
Obras como Río rojo, La diligencia, Fort Bravo o Centauros del desierto son solo algunas de las cintas que marcaron esta época dorada del género. Películas en las que el mito del Viejo Oeste entonces permanecía intacto pero que, tras la guerra de Vietnam y con la llegada de la contracultura de los años 60, tuvieron que empezar a ser algo distintas y que el genero se reinventase para seguir teniendo éxito.
Un cambio que, de hecho, también explica el éxito internacional de los clásicos ‘spaghetti westerns’ como la Trilogía del Dólar de Sergio Leone o la producción de subversivos ‘anti-westerns’ como Los vividores, así como que, en última instancia, el género fuese retomado de forma definitiva por una nueva generación de jóvenes cineastas del Nuevo Hollywood, a quienes los estudios les dieron prácticamente toda la libertad después de otros éxitos en taquilla.
Sin embargo, un gigantesco proyecto wéstern del aclamado recién llegado Michael Cimino pudo echarlo todo por tierra, acabando con el relevo generacional y acabar con el género.
Para sacar adelante su película La puerta del cielo, Cimino llevó a cano un despliegue monumental para la época: hizo transportar un viejo tren por todo el país a un coste de 150.000 dólares, construyó una ciudad entera en el oeste para el rodaje y un campamento donde 1.200 extras aprendieron a viajar.
Además, se decía que en ocasiones Cimino prohibía los descansos y ponía en peligro a sus actores mediante laxas precauciones de seguridad, así que la crítica recibió la película en su estreno ya estando a la defensiva. Cuando finalmente se estrenó la película de Cimino, el proyecto había consumido cuatro veces su presupuesto original y tenía 220 minutos de duración. La reacción fue tan condenatoria y los costes tan altos que muchos culpan a la película por la desaparición de su estudio, United Artists, una productora clave en la historia del género.
Clint Eastwood salvó el western con ‘El jinete pálido’
Después del desastre, los inversores y productores de cine western fueron vistos como una señal de alerta en Hollywood.
Además, al género también le faltaba una de sus mayores estrellas, Clint Eastwood, puesto que, después de El fuera de la ley dejó un poco de lado el wéstern y se dedicó a películas de acción como Ruta Suicida o Firefox, el arma definitiva.
Sin embargo, el actor y director aparentemente extrañaba su sombrero de vaquero y en 1985, cuando el género no pasaba por su mejor momento, llevó al cine El jinete pálido: la historia de un hombre sin nombre que se viste como un predicador y apoya a los colonos contra un brutal barón minero. Una historia clásica del Oeste con elementos místicos, duros tiroteos y un Eastwood en el tipo de personajes que le venían como anillo al dedo.
Al público le encantó y El jinete pálido se convirtió en el western de mayor éxito de los años 80, siendo un rayo de esperanza para el género: su éxito demostró a los inversores que todavía podían confiar en las películas del Oeste y acabó provocando un resurgimiento del género en los años 90, con películas tan emblemáticas como Bailando con lobos o Sin perdón.
No obstante, fue precisamente con Sin perdón con la que Eastwood se despidió finalmente en 1992 del género que le había acompañado durante más de 30 años.