El 20 de mayo de 1506, un hombre moría en Valladolid. El 19, unas horas antes, había dictado su testamento y lo había firmado como «almirante, virrey y gobernador […] de las Indias descubiertas y por descubrir». El 21, unas horas después, un puñado de mozos descarnó su cuerpo, arrancando la carne de los huesos para que se conservaran mejor.
Nacía uno de los mayores misterios de la historia de España: el origen y el final de Cristóbal Colón.
¿Dónde está Colón? Los restos de Colón pasaron dos años en el Convento de San Francisco de Valladolid, luego se trasladaron a la capilla de Santa Ana de la Cartuja de Sevilla. En 1539, por deseo expreso de su hijo, se trasladaron a la Catedral de Santo Domingo en la actual república Dominicana. En 1795, cuando España cedió la isla a los franceses, los restos se trasladaron a La Habana y, tras la independencia de Cuba, volvieron a Sevilla. A un enorme catafalco en la Catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción.
Pero ¿estaba ahí realmente?
Parecía que sí, pero surgieron las dudas. En 1877, mientras hacían un reforma en la Catedral de Santo Domingo apareció una caja de plomo con un texto escrito fuera («Varón ilustre y distinguido Cristóbal Colón») y algunos fragmentos de huesos en su interior.
Durante décadas, la polémica sobre el verdadero enterramiento de Colón fue enorme. Por suerte, aprendimos a leer el ADN.
En busca de Colón. En 2003, un equipo multidisciplinar dirigido por Jose Antonio Lorente abrió el mausoleo que, en la Catedral de Sevilla, guardaba los restos de Cristobal Colón desde hacía un siglo. Su intención era resolver los grandes enigmas de una vez por todas.
Los investigadores se encontraron con un «varón, de entre 50 y 70 años, sin marcas de patología, sin osteoporosis y con alguna caries. Mediterráneo, medianamente robusto y de talla mediana». Tres años después, consiguieron comprar el ADN con los que teóricamente eran los restos de su hijo y su hermano. Y lo más increíble es que, más de 500 años después, las muestras encajaron. Eran familia.
Una vez resuelto las dudas sobre su lugar de enterramiento, los investigadores se dieron cuenta de que el ADN podía ayudar a comprobar algunas teorías sobre el origen del polémico marinero, pero también que la tecnología no estaba lo suficientemente madura aún. Decidieron esperar.
Una pausa de 20 años. Durante este tiempo, los restos de Cristobal Colón (cuatro fragmentos del tamaño de una almendra), los de su hijo Hernando (siete trozos, incluyendo un diente) y los de su hermano Diego (12 pequeños fragmentos más deteriorados) han estado almacenados en una cámara blindada de la Universidad de Granada.
En 2021, volvieron a abrirse.
¿Qué van a hacer con ellos? El equipo de Lorente ha decidido ir con todo. Durante los últimos meses y en colaboración con muchas instituciones de todo el mundo, han rastreado todas las teorías sobre el origen del marinero. Y, esto es lo interesante, han extraído muestras para probar experimentalmente todas esas teorías.
Por ejemplo, en noviembre de 2022, los investigadores realizaron dos exhumaciones en Poio y Vilagarcía, en Pontevedra. Abrían así un sepulcro sellado desde 1496.
«Hoy disponemos de técnicas de nueva generación, tanto en la fase de extracción de ADN en material óseo y dientes, como en la de amplificación y análisis, que han evolucionado de forma radical y son mucho más sensibles, lo que nos permite obtener más información partiendo de muy poca cantidad de muestra», explicó Lorente en aquel momento.
¿Cómo va la investigación? Solo el equipo lo sabe. Los meses s e van amontonando y los resultados no llegan. Era una posibilidad y el mismo Lorente explicó en 2021 que «no se iban a forzar resultados». Ahora ha sido la revista Muy Interesante la que ha planteado que será este 2024 cuando por fin veamos los resultados, pero no está claro.
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