Rusia actualizó su doctrina nuclear hace unas semanas, luego llegaron las elecciones de Estados Unidos y nos enteramos de que la nueva administración tiene en Project 25 unas líneas maestras para rearmarse a lo grande, y no solo con las miras en Moscú, sino, y muy importante, en ese elefante en la mesa que posiblemente lo ha dejado de ser llamado China. Con varios conflictos bélicos lejos de terminarse y tensiones en territorios e islas de todo el planeta, es un buen momento para recuperar una historia de la Guerra Fría: Proud Prophet.
El delicado equilibrio “nuclear”. Contaba hace unas semanas el New York Times que desde el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki en 1945, la confrontación nuclear se ha convertido en una forma compleja de comunicación, donde cada prueba, tratado o amenaza envía un mensaje estratégico. Sin embargo, qué duda cabe, este «lenguaje nuclear» opera en un contexto de desconfianza y ambigüedad.
Si siguiéramos el sentido común diríamos que es clave para la supervivencia global que las potencias en cuestión mantengan una comunicación clara y sostenible, reconociendo la facilidad con la que puede surgir la mala interpretación. Precisamente durante la Guerra Fría, los sistemas de comunicación y la capacidad de disuasión fueron diseñados para evitar sorpresas y garantizar represalias, pero con el fin del conflicto, la atención se desvió hacia amenazas emergentes como el terrorismo y la ciberseguridad, relegando las habilidades de desescalada nuclear a un segundo plano.
La carrera armamentística. Lo contamos hace unas semanas. En los últimos años, la situación nuclear global ha cambiado bastante. Potencias como China, Rusia y Estados Unidos han intensificado la modernización de sus arsenales (o están en ello), introduciendo nuevas ojivas, vehículos de lanzamiento avanzados y armas nucleares tácticas diseñadas para minimizar daños colaterales.
Estas armas más pequeñas, aunque supuestamente disuasorias, son más tentadoras de usar en conflictos convencionales, aumentando el riesgo de escaladas descontroladas, énfasis de nuevo en las denominadas “tácticas”. Además, la expiración de tratados clave de control de armas y la desconfianza entre potencias han creado un entorno estratégico peligroso, donde la comunicación se ha deteriorado y las posibilidades de un conflicto nuclear limitado han vuelto a surgir.
Escalar para desescalar. El concepto de utilizar armas nucleares de manera “limitada” para controlar una escalada militar es una de las teorías más peligrosas que se discuten en círculos militares. Bajo este marco, se plantea que un ataque táctico nuclear podría detener a un enemigo, obligándolo a reconsiderar su postura y ceder ante negociaciones diplomáticas.
Sin embargo, la historia y la lógica estratégica demuestran que esta creencia es una fantasía peligrosa que ignora las inevitables consecuencias catastróficas de cualquier intercambio nuclear. Principalmente, la estrategia subestima. o no es capaz de dimensionar, la respuesta emocional y estratégica de un adversario que podría ver el ataque como una amenaza existencial, iniciando un intercambio nuclear masivo. Para todo lo demás: el juego que se inició hace muchos años.
Proud Prophet. Ocurrió en 1983, cuando el Pentágono organizó una especie de juego de guerra bajo el título de Proud Prophet con el que evaluar las estrategias nucleares de Estados Unidos en un conflicto hipotético con la Unión Soviética. Este ejercicio fue único porque utilizó planes reales, canales de comunicación clasificados y además permitía que los eventos se desarrollaran sin restricciones preestablecidas, e incluyó a altos funcionarios de defensa, planes ultrasecretos y simulaciones en tiempo real.
Durante el simulacro, una escalada inicial llevó al uso limitado de armas nucleares tácticas para “desescalar”, lo que desató una cadena de represalias soviéticas que culminó en la destrucción global: los soviéticos interpretaron el ataque como una amenaza a su existencia y respondieron con un bombardeo nuclear masivo. Esto provocó una escalada incontrolable que, según el simulacro, mató a más de mil millones de personas y dejó grandes áreas del hemisferio norte inhabitables.
El ejercicio demostró que, una vez iniciado un conflicto nuclear, incluso con armas de baja intensidad /tácticas o limitadas, el control es imposible. La lección principal fue clara: no hay manera de gestionar una guerra nuclear, y cualquier intento de hacerlo inevitablemente conduce a la catástrofe.
La peligrosa persistencia. El juego/simulador, qué duda cabe, fue una lección. Sin embargo, la idea de una guerra nuclear limitada ha resurgido en el pensamiento militar contemporáneo. Estados Unidos ha invertido en el desarrollo de nuevas armas nucleares tácticas, como el misil de crucero nuclear de largo alcance (LRSO), diseñado para ofrecer flexibilidad estratégica en conflictos. Aunque se presentan como herramientas de disuasión, estas armas reducen el umbral para su uso, fomentando la falsa percepción de que un intercambio nuclear puede ser controlado.
Figuras como el ex secretario de Defensa Robert Work han señalado que “cualquier uso nuclear es la escalada definitiva”, y que pensar en controlar una escalada nuclear es “jugar con fuego”. Incluso Reagan, después de los resultados de Proud Prophet, concluyó que “una guerra nuclear no puede ganarse y nunca debe ser librada”. Otros “ilustres” expertos como Paul Bracken y Bruce Blair han advertido sobre los riesgos de estas políticas, señalando que la búsqueda del dominio nuclear, lejos de ser disuasoria, desestabiliza aún más la seguridad global. Las inversiones en armas nucleares tácticas sugieren que esta advertencia no se tiene muy en cuenta, promoviendo una visión peligrosa de que las armas son “usables”.
La mala interpretación. Como contaban en el Times, el núcleo del problema posiblemente radica en la falta de confianza y la facilidad con la que los mensajes estratégicos pueden ser malinterpretados. Durante Proud Prophet, ambos bandos del simulacro experimentaron momentos en los que creían simultáneamente que estaban ganando o perdiendo, evidenciando cómo la opacidad en el campo de batalla puede llevar a decisiones catastróficas. En la actualidad, la desconfianza entre las potencias, combinada con sistemas de comunicación frágiles, amplifica ese riesgo de que un error de cálculo pueda desencadenar un conflicto nuclear. El simulador de la Guerra Fría lo advirtió hace muchas décadas.
Imagen | Goodfon
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