Hace cinco años publiqué un artículo titulado ‘Tímidos del mundo, estamos perdiendo Internet‘. Los introvertidos estábamos perdiendo nuestra posición privilegiada en la red. El auge de las redes sociales visuales como Instagram y TikTok favorecía a extrovertidos y fotogénicos, dejando poco espacio a quienes preferimos expresarnos mediante el texto.
Un lustro después, el panorama digital ha evolucionado de forma distinta a lo esperado, ofreciendo nuevas oportunidades para quienes nos sentimos cómodos en la pausa y las palabras que en las coreografías y las poses.
En primer lugar, hace cinco años parecía que la Web (abierta, cronológica, distribuida vía feed, protagonizada por el texto escrito) se enfrentaba a su ocaso. Los clips de vídeos cortos y el contenido vallado y algorítmico lo estaban acaparando todo.
Y aunque YouTube, TikTok o Instagram siguen creciendo, la Web también ha crecido y el texto sigue siendo el formato preferido para transmitir información detallada y análisis profundos, aunque haya casos donde ni puede competir con la precisión del vídeo. El blog no se ha extinguido, ha encontrado nichos especializados donde florecer: sigue habiendo un público ávido de contenido escrito afín.
El resurgimiento de la palabra escrita también ha llegado de la mano de plataformas como Substack, que ha revitalizado el formato newsletter. El renacimiento del correo como medio de comunicación íntimo y a la vez masivo ha permitido a escritores y pensadores cultivar audiencias fieles sin tener que exponer su imagen o adoptar un código con el que no están cómodos. La profundidad íntima que permite una newsletter contrasta con la superficialidad de las redes sociales y ofrece un refugio para ideas complejas y reflexiones pausadas.
El podcasting experimentó un boom importante en 2020 y ha ofrecido otra vía de expresión para los tímidos del mundo digital. No es palabra escrita, pero un micrófono es mucho menos hostil y exigente que una cámara. Permite transmitir ideas y establecer conexiones con la audiencia sin la presión de la exposición visual constante.
Muchos introvertidos hemos encontrado en el podcast un medio ideal para compartir nuestro conocimiento y nuestras perspectivas, aprovechando la intimidad del audio para crear conexiones profundas con los oyentes de una forma que otros canales no permiten.
El alcance es una fracción del que tiene un tiktok exitoso, pero la conexión que se establece con el creador es radicalmente distinta: no es un enlace accidental de quince segundos a través de un scroll algorítmico, son vínculos diarios de varios minutos tras pulsar el botón «reproducir» de forma intencional.
Estas tendencias han creado un ecosistema digital más diverso, donde cohabitan distintas formas de comunicación. Los tímidos ya no estamos confinados en los márgenes de Internet: hemos encontrado nuevos espacios donde nuestras fortalezas –reflexión, escritura cuidadosa, comunicación pausada– son valoradas y buscadas.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que hemos ganado algún tipo de batalla cultural en Internet. La realidad es más compleja: el espacio digital se está segmentando, y distintas plataformas y formatos atienden distintas necesidades y preferencias. Las redes sociales visuales siguen dominando en volumen, pero no monopolizan la atención ni definen exclusivamente el éxito online.
Esta diversificación es un arma de doble filo. Por un lado, tenemos más opciones que nunca para expresarnos y conectar con audiencias afines. Por otro, la fragmentación de la atención hace que sea más difícil destacar en un océano de contenido que no deja de crecer.
El futuro de Internet para los tímidos dependerá de nuestra capacidad para adaptarnos y aprovechar las nuevas herramientas sin perder nuestra esencia. Un equilibrio entre la autenticidad de nuestra voz y la necesidad de coger las nuevas olas.
En última instancia, no es que estemos recuperando Internet, sino asistiendo a una reconfiguración del espacio digital que permite una mayor diversidad de voces y estilos. Los introvertidos podemos brillar en nuestros propios términos, sin necesidad de imitar los modelos de éxito de las redes visuales.
El Internet de 2024 es más complejo y matizado que el de 2019. Para el tímido, significa que hay más oportunidades para encontrar nuestro lugar y que se escuche nuestra voz. Y de hacerlo bien, contribuir a moldear un Internet que valore la profundidad del pensamiento tanto como la inmediatez de la imagen.
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