Tener un animal en casa es genial. Nos hacen compañía, en algunos casos nos animan a hacer más deporte y mejoran nuestra salud mental. Son cosas que llevamos años escuchando gracias a diferentes estudios, y es algo que se ha tomado al pie de la letra. Ahí está el boom de los animales, las herencias de millones de euros a nuestras mascotas o que las ciudades del futuro deban planificarse con las mascotas en mente más que con los niños, sobre todo con el invierno demográfico de algunos países.
Tener una mascota es tan beneficiosa que algunas empresas están empezando a incluir beneficios si adoptamos a una mascota. Si tienes uno de estos compañeros en tu vida, seguro que te sientes mejor cuando lo miras, juegas con él, lo acaricias y ves que está sano y feliz. Pero claro, las mascotas no son para todos debido a algo fundamental: son un compromiso y una responsabilidad.
No vale con alimentarlas: hay que jugar con ellas, estimularlas, cuidarlas física y mentalmente, garantizar que su zona habitable es óptima o acondicionar la casa para que no cause daños (y no se haga daño). Y esto es así, tengamos un perro, un gato, un conejo, un loro o una tarántula. Bueno, quizá lo de jugar podamos saltarlo en el caso de la tarántula.
El caso es que, si se nos bombardea con todos los beneficios para la salud que conlleva tener un animal, puede que alguien que quiera mejorar su vida, pero no esté preparado para tener una mascota, se lance a por una. Y hay quien tiene claro que, pese a todos los supuestos beneficios para nosotros que nos quieren «vender» los estudios, no está tan claro. Ese alguien es Hal Herzog, y está convencido de que las mascotas no son la panacea.
Ciencia versus ilusiones
En 2012, el medio Psychology Today publicó un duelo interesante. La doctora en filosofía Melanie Greenberg publicó un artículo llamado «tres datos sorprendentes, pero ciertos sobre las mascotas y sus dueños». El título del artículo no es que sea un indicador de algo científico, pero en él, afirma que las siguientes creencias son científicamente ciertas:
- Los duelos de razas de perros más agresivos son más hostiles.
- Los dueños de perros se parecen a sus mascotas.
- Tener una mascota nos hace más saludables.
Lo hizo apoyándose en diferentes estudios, pero quizá el tercero es el único que no es anecdótico. Greenberg se apoyaba en esos análisis que apoyan la teoría de que las mascotas benefician nuestra salud mental y física (al tener que pasear a su perro), pero también otros como la relación positiva entre personas con enfermedades crónicas del corazón o ancianos y la mejora en su flexibilidad cardíaca al tener una mascota.
Eso llamó la atención del protagonista de esta historia, Hal Herzog. Profesor emérito de Psicología en la Universidad de Western Carolina, ha estudio durante décadas la psicología de las interacciones humanas con otras especies y la relación entre el bienestar humano y la tenencia de animales. Su publicación respondiendo a Greenberg ya deja ver que va a ir fuerte: «estoy seguro de que Greenberg es una buena médica y me gusta su blog The Mindful Self-Express . Pero, hasta donde sé, su área de especialización no son las relaciones entre humanos y animales».
Herzog afirma que tiene una carpeta a rebosar de estudios que encontraron efectos beneficiosos de vivir con mascotas. Sin embargo, también afirma que cuenta con una carpeta igual de grande con otros estudios que no sólo no encontraron relación alguna entre tener una mascota y la felicidad humana, sino que afirmaban que los dueños de mascotas estaban en peores condiciones que las personas sin ellas.
Y sí, no fueron palabras vacías. Aquí está una muestra:
- Entre 425 víctimas de ataques cardíacos, los dueños de mascotas tenían más probabilidades de sufrir remisiones o morir que los que no tenían mascotas.
- Los australianos que tenían mascotas estaban en peores condiciones físicas y más deprimidos que quieren no tenían mascotas. También tomaban más analgésicos. Enlace al estudio.
- Un estudio con una muestra de 1.179 adultos no encontró diferencias en la presión arterial o las tasas de hipertensión entre los dueños de mascotas y los que no las tenían. Sin embargo, los dueños de mascotas hacían menos ejercicio y tenían más probabilidades de tener sobrepeso. Enlace al estudio.
- Investigadores de la Queen’s University de Belfast, descubrieron que las personas con síndrome de fatiga crónica que tenían mascotas no estaban en mejor situación que las que tenían el mismo síndrome, pero no poseían mascotas. Enlace al estudio.
- En un estudio sobre personas que viven en comunidades de jubilados, los dueños de mascotas se sentían tan solos como sus pares sin mascotas. Enlace al estudio.
- Los propietarios de mascotas finlandeses tenían tasas más altas de úlceras, depresión, ataques de pánico e hipertensión que los no propietarios. Enlace al estudio.
- Las personas con más apego a sus animales, estaban más deprimidas que las personas con menos apego a sus mascotas.
- Un estudio de seis meses concluyó que adquirir un nuevo animal de compañía no tenía efecto alguno sobre la soledad que sentían los nuevos dueños de mascotas.
- Entre 40.00 suecos, los dueños de mascotas tenían mejor salud física que los que no tenían, pero también sufrían más ansiedad, fatiga, depresión e insomnio. Enlace al estudio.
- Los adolescentes con mascotas eran menos activos físicamente y tenían más problemas psicológicos que sus pares sin mascotas.
- Pasar tiempo con perros no mejoró el estado mental de pacientes con radioterapia. Enlace al estudio.
- Las mujeres mayores que tienen más apego a sus mascotas tienden a tener peor salud general. Enlace al estudio.
- Las madres con mascotas y niños pequeños tenían más probabilidades de padecer sobrepeso que las madres sin mascotas. Enlace al estudio.
Todo eso, sumado a afirmaciones como la de «85.000 estadounidenses son hospitalizados cada año porque tropiezan con sus perros» pueden provocar que pensemos que Herzog es un poco… exagerado y no le gustan las mascotas. O cascarrabias, como lo definen algunos colegas. Alan Beck es director del Centro del Vínculo Humano-Animal de la Universidad de Purdue y… bueno:
«Lo conozco desde hace años y es un cascarrabias», afirmó Alan en una ocasión. «Una vez dije que estaba tratando de demostrar que la tarta de manzana causa cáncer. Le gusta estar en el lado negativo». Alan comenta que «los animales no curan el cáncer, pero hay más evidencia de su valor que de la mayoría de medicinas a base de hierbas». Además, afirma que «parte del problema con la investigación es que una intervención con animales rara vez es una intervención aislada con la que se pueda hacer una comparación».
Beck comenta algo que tiene sentido: «si te centras en el presente, no sientes que tengas que preocuparte por el pasado o por el futuro». Esto quiere decir que, en los momentos en los que estás centrado en cuidar a la mascota, la cabeza no va a cien por hora pensando en mil cosas a la vez, sino que está centrada en pasar ese rato con el animal, beneficiando nuestra salud mental. También comenta que «no hay nada mágico en pasear a un perro, pero capta tu atención para que no te sientas aburrido», además de animarte a levantarte del sofá.
La financiación de los estudios
En 1991 apareció uno de los primeros grandes estudios que relacionaban la tenencia de una mascota con la salud humana. Se llamaba «Efectos beneficiosos de tener una mascota en algunos aspectos de la salud y el comportamiento humano» y, tras él, hemos visto más y más estudios, así como ensayos que han aparecido en medios de tal magnitud como The Wall Street Journal con el «Cómo los perros nos ayudan a llevar una vida más larga y saludable».
Algo común que suelen tener estos textos y estudios es que obvian lo que comentaba hace unos párrafos: no todos estamos preparados para tener una mascota. Entre otros muchos factores, una mascota cuesta mucho dinero, hay que tener reservas por si hay imprevistos y hay que llevarla al veterinario y, además, debemos dedicarles tiempo de calidad, algo que no siempre es posible.
Pero Herzog no es tan cenizo como pueda parecer. En su propia entrada del blog, comentó que sus animales (tiene varios) han enriquecido su vida, pero que tras leer cientos de artículos, ha llegado a la conclusión de que no hay pruebas para respaldar la conclusión de que las mascotas nos hacen más felices. También reconoce que hay artículos excelentes que sí han logrado relacionar el tener una mascota con la reducción de la presión arterial, pero que la mayoría de estudios se enfocan en decirle a la gente lo que quiere oír.
La industria norteamericana de productos para mascotas movía más de 50.000 millones de dólares al año, pero la tenencia de mascotas estaba disminuyendo en el país. Esto preocupó a criadores, tiendas, empresas de juguetes, accesorios, alimentación y a la Asociación Médica Veterinaria. Y parece que varios estudios han sido financiados total o parcialmente por alguna parte interesada de esta industria.
«Las empresas no desean llamar la atención sobre el lado más oscuro de la relación entre humanos y mascotas» – Marion Nestle, Universidad de Nueva York
Steve Feldman, presidente del instituto de Investigación de Vínculos Humanos y Animales, financiado por la industria del cuidado de mascotas, afirmó en 2015 que «todo el mundo debería dejar de fumar. Todo el mundo debería ir al gimnasio. Todo el mundo debería comer más frutas y verduras. Y todo el mundo debería tener una mascota», como si fuera una indicación de salud cuando, de nuevo, no todo el mundo está preparado para ello.
Y el problema es que la industria de las mascotas, que experimentará un crecimiento hasta los 500.000 millones globalmente para 2030, está empeñada en crecer aún más. En un artículo de Arstechnica, exponen que estos últimos 20 años, grandes instituciones, compañías como Purina, Nestlé o Petco, así como empresas veterinarias, han financiado estudios para lograr demostrar esa relación entre las mascotas y la mejora en nuestra calidad de vida.
Diferentes investigadores, Herzog entre ellos, consideran que el dinero de la industria de las mascotas no han manchado las investigaciones y que todo se ha hecho de una forma ética. Es decir, han puesto el dinero, pero no han molestado demasiado a los investigadores ni influido en el resultado. Pero hay dos formas de influir: la directa y la indirecta.
Si los resultados demostraban esa relación positiva, su gran altavoz mediático les daría voz. Si no, se publicarían igualmente, pero no se les daría esa atención. James Serpell, que ya estudiaba el efecto de las mascotas en los 80, comentó que «intentas sortearlos, haciendo que quien financia el estudio no te moleste y te deje hacer tu trabajo. Pero si no le gustan los resultados, probablemente implicará que la próxima vez que les pidas dinero, no lo conseguirás».
Y también puede que haya manipulación de las conclusiones. Marion Nestle es profesora emérita de la Universidad de Nueva York que ha dedicado su carrera a estudiar la influencia corporativa en la ciencia y comenta que «los estudios financiados por la industria tienden a producir resultados que favorecen los intereses del patrocinador». También, que esos estudios suelen estar seleccionados en función de si creen que se producirán resultados positivos y, además, «puede dar forma a la forma en que se interpretan los resultados, a menudo sin que los investigadores sean conscientes de la influencia en absoluto».
Al final, es un tema de intereses porque los estudios necesitan financiación para poder desarrollarse, y si esa institución que da el dinero es privada, suele tener unos intereses detrás para apoyar su producto. Serpell asegura que «las empresas no desean llamar la atención sobre el lado más oscuro de la relación entre humanos y mascotas» y, aunque no influyan en los resultados, sí pueden controlar el enfoque de la investigación con márgenes muy estrechos que aseguren que los científicos se alejen de ciertos temas.
Y eso es, precisamente, lo que señala Herzog. «En lo que se refiere a mascotas, no soy el Grinch», afirmó en su entrada de blog, quien afirma sospechar que «el sustancial conjunto de evidencia que indica que las mascotas no son una panacea no atenuará las afirmaciones simplistas, pero sin fundamento de los autores de libros que hacen sentir bien, como ‘El poder curativo de las mascotas’, de Marty Becker… o de los psicólogos populares».
Al final, es un tema muy pasional. Los argumentos de una y otra parte pueden estar claros, pero si algo tiene claro Herzog es que su gata Tilly hace su vida mejor. Y también se disculpa de antemano con un «por favor, no culpes al mensajero».
Al final, por muchos estudios que haya a favor o en contra, quienes vivimos con mascotas ya sabemos perfectamente lo que nos aportan. Aunque rompan cosas, se pongan malos del estómago y haya que sacarlos 20 veces en un día o nos despierten las noches de tormenta.
En Xataka | Nenad Stojkovic
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