Pensar en el futuro atendiendo exclusivamente a la forma de comportarnos del pasado es un error. O, al menos, hay muchas posibilidades de que caigamos en un error. Cada generación vive en un contexto social, económico, laboral y cultural que obliga a repensar qué esperamos del futuro.
Esto mismo pasa con el mercado del automóvil, que está inmerso en una profunda crisis de identidad. Los fabricantes tienen el reto de conquistar a un público joven que con los años ha ido tomando mayor conciencia de la repercusión de sus actos en el medio ambiente. Hay cierto consenso, además, en que la Generación Z es más conservadora en sus actos y se siente constantemente examinada.
La llegada de la Generación Z al mercado del automóvil (nacidos a finales de los años 90 y principios de los 2000) coincide en un momento en el que el vehículo ha ido perdiendo cierto carácter pasional. Décadas atrás, el coche era un vehículo emancipador y que otorgaba libertad. Coincidía también con una sociedad que abría los brazos al automóvil.
Los jóvenes que entran ahora en el mercado del automóvil han convivido con un rechazo paulatino a este medio de transporte. Especialmente en las grandes ciudades, se ha ido reduciendo el espacio entregado antaño a los vehículos para reconducirlo al peatón y al transporte público, sobre todo en Europa. Estos mismos consumidores, además, están más adaptados al pago por uso (patinetes, bicicletas, motos…) y tienen más dificultades para acceder a su primer coche.
Incluso el salto entre la Generación Z y los Millenial es llamativa, siendo los primeros unos usuarios mucho más activos del transporte público o de contemplar el paseo como una forma activa de desplazarse.
Al mismo tiempo, el número de desplazamientos ha ido reduciéndose en los grandes polos urbanos. Según datos de la DGT recogidos por 20 Minutos, los servicios de streming o el contacto social mediante el uso de las aplicaciones ha reducido los desplazamientos a los cines o a casa de amigos, por poner solo dos ejemplos.
Por eso, imaginar cómo nos moveremos en unos años sin tener en cuenta todas las particularidades de cada nueva generación nos induce probablemente al error. Un error en el que, según algunos expertos, los fabricantes tradicionales caerán si mantienen sus alicientes para la compra en los mismos términos que hasta ahora.
No los entendemos
Uno de los problemas con los que se están encontrando las compañías es que tienen problemas para hacer llegar su mensaje hasta los más jóvenes. Décadas atrás, el sistema era sencillo: se lanzaba un producto más asequible, con estética más deportiva y se invertía en marketing (televisión y revistas).
Hoy en día la audiencia está más divida y a las compañías les cuesta más llegar a perfiles en los que el algoritmo prima lanzar mensajes que simpaticen con los intereses del usuario. Usuario que tampoco atiende a la televisión tradicional y que huye de los anuncios.
En Bloomberg recogen el caso de Volkswagen, Mercedes o Porsche, quienes han acudido a la consultora suiza Zeam, dirigida por Yaël Meier y Jo Dietrich (quienes no llegan a 25 años), para conectar con el público más joven y entender qué está en sus manos. De hecho, la consultora está especializada en acercar a las grandes marcas a las nuevas corrientes de pensamiento de los jóvenes y abrirles las puertas a este mercado.
«Están perdiendo toda una próxima generación de clientes ante las marcas de automóviles chinas», señala Dietrich al diario económico y pone el foco en el dinero. Apunta a que si estas compañías ofertan un producto más barato y asequible, el made in Germany no será suficiente para contentar al comprador porque éste estará más abierto a probar cosas nuevas.
Según sus propios datos, prácticamente uno de cada dos compradores de la Generazión Z en Suiza prefiere comprar un coche «ganga» que hacerse con un vehículo nuevo o alquilar un coche. Es decir, que el vehículo privado sigue interesando pero sólo si es a un precio muy atractivo, ya que las encuestas apuntan a que los potenciales conductores (también en Estados Unidos) están más abiertos al uso del transporte público.
Meier y Dietrich apuntan en sus opiniones a que el sector más tradicional del automóvil debe hacer un esfuerzo por abrirse al público femenino y apostar por nuevas tecnologías como nuevos usos para las pantallas o la aplicación de inteligencia artificial en los automóviles.
Son conclusiones que también sostienen algunas grandes voces de la industria. Jim Farley, CEO de Ford, aseguraba después de un viaje a China que los fabricantes locales están comiendo terreno a los occidentales porque son más atrevidos en sus apuestas por el software. Es algo a lo que también apuntaba Kevin Williams, redactor en InsideEVs, quien contaba con sorpresa la multitud de posibilidades que ofrecen los nuevos fabricantes chinos en sus omnipresentes pantallas.
Sin un claro mensaje que vender (el del «viaje» o la «libertad», por ejemplo), los fabricantes tradicionales tienen la obligación de buscar un nuevo rumbo para conquistar a un público que les está costando atender. Al mismo tiempo, el coche eléctrico, que debería ser un producto ideal, sigue siendo demasiado caro si buscamos entre los fabricantes occidentales. No hay coche eléctrico especialmente barato y las promesas se quedarán, en el corto plazo, en vehículos de autonomías muy contenidas.
Los fabricantes europeos y estadounidenses necesitan permear en la Generación Z. Y, de momento, son como agua y aceite.
Foto | Logan Fisher
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