Si has visitado Nueva York, puede que haya algo que te llamase más la atención que los impresionantes rascacielos. Estos ya los has visto en decenas de películas, pero una de las ciudades más emblemáticas del mundo es también famosa por un fenómeno menos glamuroso: los andamios que cubren gran parte de sus edificios. Basta dar un paseo por casi cualquiera de las calles de la ciudad, sobre todo en la zona de Manhattan, para percatarse de los cientos de andamios y mallas que cubren la fachada de multitud de edificios.
Y es algo curioso por dos motivos: prácticamente no se quitan nunca y no solo se encuentran en edificios en obras.
Que los quiten es noticia. Preguntarse qué ocurre en Nueva York con los andamios es de lo más normal. No es que haya muchos, es que hay demasiados. Se estima que, puestos en fila, los andamios instalados casi permanentemente tendrían una longitud de unos 640 kilómetros y muchos llevan años en pie. Según un mapa de la Administración de Nueva York, en los cinco distritos hay más de 9.000 andamios. Básicamente, se han convertido en parte del paisaje de la ciudad que nunca duerme.
Tanto es así que la ciudad ha empezado a ponerse las pilas y, hace unos meses, fue noticia la retirada de un andamio de 100 metros de largo que había permanecido en el mismo sitio durante 15 años. Las autoridades confirmaron que se trata de puntos inseguros para los peatones debido a que pueden ser focos de delincuencia y, en las últimas semanas, se han retirado 270 de estas estructuras.
Ley Local 11. Pero la gran pregunta puede ser por qué, qué ha llevado a la ciudad a levantar tanto andamio, convirtiendo algunas aceras en zonas de paso casi subterráneas. Resulta que tiene nombre y apellido: Ley de Seguridad de Fachadas, o Ley Local 11. Originalmente, era la Ley Local 10, implementada en 1980 tras el fallecimiento de una joven que paseaba por la acera y fue golpeada por un trozo desprendido de mampostería. Hay que tener en cuenta que muchas fachadas neoyorquinas son de ladrillo.
Según esta normativa, todos los edificios de más de seis pisos debían someterse a inspecciones periódicas de la fachada. Esto era algo obligatorio que debía cumplirse cada cinco años, con la condición de presentar un informe detallado a las autoridades. Si se encontraba algún problema, el propietario debía realizar las reparaciones pertinentes de inmediato.
Dinero. Evidentemente, el problema es que arreglar los desperfectos cuesta dinero. Mantener los edificios en buen estado es algo caro y, teniendo en cuenta que muchos edificios de la ciudad son muy antiguos, las obras de restauración y mantenimiento se dilatan. Es tal el coste que hay propietarios que deciden posponer el proceso, pero dejan el andamio instalado porque, así, se evita que caigan cascotes a los viandantes. Además, es más barato dejar ahí montado el andamio (algunos hasta con iluminación propia para que haya luz por la calle) que afrontar el coste de la obra en el edificio.
Seguridad. Para darnos cuenta de lo arraigados que están los andamios en Nueva York, solo tenemos que fijarnos en que hay un nombre para esto: scaffold blight, que vendría a ser «plaga de andamios». No es algo que guste a nadie en la ciudad, pero es un elemento necesario para evitar muertes como la de hace 40 años que motivó la creación de la Ley Local 10.
¿Alternativas a estas estructuras que son feas, perjudican a los negocios y son focos de delincuencia? Las redes, por ejemplo. En lugar de instalar andamios completos, algunas empresas están utilizando redes o mallas protectoras que se adhieren directamente a la fachada del edificio. Estas redes de alta resistencia son capaces de contener escombros pequeños y medianos, evitando que caigan a las calles sin necesidad de estructuras voluminosas y son más discretas que los andamios. También se ponen y quitan de manera más sencilla.
Problemas. Como decimos, Nueva York está decidida a limpiar sus calles de estas moles de metal y madera (en algunos casos), pero sin renunciar a la seguridad que los andamios implican para los peatones. El problema es que hay un cúmulo de factores que retrasa las labores de mantenimiento de los edificios.
Ya hemos comentado que se trata de reparaciones caras y frecuentes, pero también hay que tener en cuenta que la pandemia de COVID-19 llevó a que muchos proyectos se aplazaran, por lo que hay un cuello de botella en el sistema debido a la acumulación de trabajos pendientes. También hay un retraso en las inspecciones de edificios, lo que implica que se deben mantener instalados. Y a eso se suman retrasos en los permisos de obra y hasta la posible escasez de mano de obra.
No hay que olvidar que estas labores de mantenimiento también deben perjudicar lo menos posible al ritmo de una ciudad tan densamente poblada como esta, por lo que cortar calles durante largos periodos para rehabilitar una fachada es otro elemento que se suma a la lista de complicaciones ya mencionada. Y, en definitiva, aunque se hayan retirado cientos de andamios recientemente, quedan miles instalados, que ya se han convertido en algo icónico en el paisaje de Nueva York.
Imagen | Hiku2
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