El estudio que ha tenido lugar en uno de los enclaves más históricos de Estados Unidos es fascinante por varias razones. En primer lugar, porque parece que por fin tenemos respuesta a muchas de las preguntas sobre el primer asentamiento inglés permanente en las Américas. En segundo, porque delata que, aunque hace 400 años, cuando uno es millonario se puede permitir comprar lo que quiera de donde sea. Plus: en 1600 no había Amazon para traerte el paquete, pero las cosas llegaban, aunque fuera con algo de retraso.
El estudio. En Jamestown, Virginia, el primer asentamiento inglés permanente en las Américas, se encuentra la que siempre ha sido considerada la lápida más antigua de Estados Unidos. El problema: que, a pesar de tener más de 400 años, no ha habido una respuesta concluyente, lo que hace que el monumento de piedra caliza negra haya sido un auténtico galimatías para la ciencia.
Un estudio reciente del profesor Markus M. Key y Rebecca K. Rossi, quienes se propusieron determinar la procedencia de la lápida de «mármol» negro del caballero de Jamestown, ha acabado siendo un descubrimiento inesperado: la lápida no precede de Estados Unidos.
La intrahistoria. Aunque los historiadores siempre han tenido una buena idea de a quién perteneció la lápida en cuestión, cómo llegó hasta allí era un misterio. ¿La razón? Se sabía que los primeros colonos no tenían experiencia en tallar lápidas. Por eso, determinar sus orígenes ofrecería, no solo una comprensión más profunda de la América colonial, sino que también ayuda a comprender mejor las rutas comerciales de la época.
¿Lo que se sabía? Que la piedra se colocó originalmente en el piso de la iglesia de Jamestown, construida en 1617. Luego, en algún momento de la década de 1640, la estructura se movió cuando hubo una ampliación de la iglesia. Durante los siguientes 250 años, aquel pedazo de piedra quedó olvidado hasta que se descubrió y reparó en 1907.
Luego se trasladó a la entonces nueva Iglesia Memorial de la colonia histórica. Allí permaneció como un tesoro, y quienes pasaban veneraban una lápida donde se apreciaba la silueta de una persona con armadura y la presencia de lo que probablemente sea un escudo y una espada en el diseño decorativo, uno que sugiere que la estructura se construyó en honor a un caballero.
El millonario y su lápida. Aquí hay dudas del nombre del difunto, no tanto de su situación económica, más que boyante para poder construir semejante monumento en la época. De hecho, se sabe que, durante el siglo XVII, los colonos ingleses adinerados solían conmemorarse a sí mismos y a su riqueza con impresionantes lápidas. En la región de la bahía de Chesapeake, estas eran a menudo lápidas de «mármol» negro, y la lápida del caballero de Jamestown era un ejemplo de ello.
También hay que aclarar que, a pesar de su nombre, la lápida no estaba hecha de mármol, sino de piedra caliza negra. En los documentos históricos, cualquier piedra que pudiera ser pulida a menudo se denominaba «mármol». El monumento, en cambio, tenía depresiones talladas, lo que indica que alguna vez había tenido incrustaciones de latón.
Las dos posibilidades. En este punto de la historia, los historiadores barajan dos opciones sobre la pertenencia de la lápida, los dos únicos caballeros que murieron en Jamestown durante la vida de la segunda iglesia de Jamestown (1617-1637). Uno fue Sir Thomas West, el primer gobernador residente de la colonia. Murió en 1618 durante un viaje transatlántico a Jamestown, y no hay evidencia histórica o arqueológica que pudiera vincular la lápida con Sir Thomas West.
El segundo caballero era Sir George Yeardley. Su nieto adoptivo, Adam Thorowgood II, solicitó su propia lápida de «mármol» negro en la década de 1680, pidiendo que se grabara en ella el escudo de Sir George Yeardley y la misma inscripción que la de la «tumba rota». Esto indicaba que la lápida del caballero ya estaba rota en el siglo XVII, antes de su descubrimiento en 1901. Si la lápida era de hecho la de Yeardley, como sugiere la evidencia familiar, sería la más antigua que se conserva en Norteamérica.
Lamentablemente, no se pudo realizar ninguna prueba de ADN para confirmar si los huesos del lugar de la lápida original habían pertenecido a Yeardley.
Dónde se hizo. Ya sea Yeardley o West, queda claro que la lápida perteneció a un caballero adinerado, pero ¿de dónde demonios vino si nadie tenía la técnica para construirla? Para averiguarlo, Marcus Key, un geofísico del Dickinson College, pensó a muy a pequeña escala. ¿Cómo? Observó microfósiles incrustados en la piedra caliza.
En el estudio posterior, publicado en el International Journal of Historical Archaeology, Key señaló que los fósiles a menudo son más exclusivos de un tiempo y un espacio que la composición química debido al proceso evolutivo. Además, la piedra caliza también es un gran medio para preservar fósiles, ya que es resistente al calor y la presión.
La solución: cortar la lápida. Sí, el investigador cortó literalmente finas láminas de fragmentos preservados de la lápida, de esta forna encontró varios microfósiles de organismos unicelulares llamados foraminíferos. En el trabajos explican que las edades de los organismos variaban, y algunas se remontaban a la época del Misisipi, hace casi 360 millones de años.
Sin embargo, varias de las especies encontradas eran endémicas de una única zona de Europa, una que incluía partes de Inglaterra, Irlanda y Bélgica. Según el investigador, “estas especies no coexistían en ningún lugar de América del Norte. La lápida del caballero tuvo que ser importada de Europa. La evidencia histórica de lápidas coloniales similares en la bahía de Chesapeake sugiere que la fuente fue inequívocamente Bélgica”.
Los ricos, hoy y ayer. Como decíamos, en última instancia, el trabajo viene a recordarnos que cuando se tiene una fortuna, los caprichos no tienen límite. El investigador cuenta que observó que las lápidas negras de imitación de mármol estaban de moda en Inglaterra en la época de la colonia de Jamestown, y los residentes prominentes habrían estado ansiosos por seguir las tendencias funerarias más modernas.
El análisis concluye que la piedra probablemente se encontró en Bélgica, luego se envió a Londres, espacio donde fue tallada y se le instalaron incrustaciones de latón ahora perdidas. Finalmente, se cargó en un barco y se envió al Nuevo Mundo. Sí, un auténtico pastizal al alcance de muy pocos. Como recuerda Key, «no se nos pasó por la cabeza que los colonos adinerados pedían lápidas de mármol negro a Bélgica, como nosotros pedimos artículos a Amazon, solo que mucho más lento».
Imagen | International Journal of Historical Archaeology, Picryl
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