La industria tecnológica –y todos los que vivimos a su remolque– vive obsesionada con la productividad. Cada semana surge una nueva aplicación, framework o método que promete desbloquear nuestro potencial creativo. Liberad al Kraken.
Y mientras acumulamos herramientas digitales, una técnica analógica de Walt Disney, de hace casi un siglo, parece más relevante y atemporal que nunca.
El método es engañosamente simple: tres sillas, tres roles, tres perspectivas para abordar un problema. Disney se movía físicamente entre ellas para pensar como un idealista, un pragmático o un crítico constructivo. El cambio físico forzaba un cambio mental.
- Los soñadores generan ideas sin límites. Sin ellos, no habría nada que construir.
- Los realistas transforman esas ideas en planes concretos. Sin ellos, los sueños quedarían atrapados en la imaginación.
- Los críticos pulen y refinan. Sin ellos, las ideas nunca madurarían, siempre arrastrarían errores.
Disney miraba cada idea desde esas tres perspectivas. Lo llamativo no es el método, sino lo que dice sobre nuestra relación con la creatividad. Hemos convertido la innovación en un proceso industrial, con sprints de diseño cronometrados y sesiones de brainstorming que parecen líneas de ensamblaje de ideas. Las tecnológicas venden la ilusión de que la creatividad puede optimizarse como el rendimiento de un procesador.
Pero no. La innovación surge de la fricción entre perspectivas opuestas. Disney lo entendió: necesitamos el choque entre el optimismo desenfrenado y el escepticismo pragmático. Las ideas revolucionarias surgen de esa tensión, no de un proceso sin resistencia.
Las herramientas digitales de productividad tienen su lugar, pero a menudo son solo una distracción elaborada. Pasamos más tiempo organizando ideas en apps que desarrollándolas. Me declaro culpable. Lo mejor del método de las tres sillas es su simplicidad brutal: elimina las barreras entre pensamiento y acción.
La lección: necesitamos menos features y más fricción. Menos automatización y más deliberación.
La próxima vez que te encuentres atascado:
¿Funciona este método en la era del trabajo remoto? Disney murió antes de que existiera Internet, pero su principio es atemporal. De hecho, gana relevancia en un mundo donde trabajo y vida personal se difuminan cada vez más.
La verdadera innovación en productividad no vendrá de otra app de gestión de tareas. Vendrá de métodos simples que nos fuercen a cambiar de perspectiva.
Si Disney construyó un imperio del entretenimiento con tres sillas, quizás deberíamos reconsiderar nuestra dependencia de soluciones cada vez más complejas para problemas fundamentalmente humanos.
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