En septiembre de 2022 el huracán Danielle emprendía rumbo hacia Europa. Este huracán de categoría 1 se desinflaría frente a las costas de Portugal, tras varios virajes y antes de tocar tierra. Sin embargo si algo aprendimos en aquella ocasión es que la posibilidad de que los huracanes comenzaran a hacerse notar en nuestro entorno era cada vez más real.
La cuarta tormenta. Debbie, Ernesto, Isaak… y ahora Kirk, esta temporada son cuatro los ciclones tropicales que han amagado con visitarnos. Kirk aún está a tiempo de hacerlo: las previsiones lo sitúan rumbo al Cantábrico. Previsiones que señalan que llegará en forma de ciclón post-tropical, es decir, serán los remanentes del huracán los que lleguen hasta nuestras costas.
Esto podría implicar eso sí que el norte de la Península tenga que enfrentarse a vientos equivalentes a los propios de una tormenta tropical, pudiendo alcanzarse rachas de hasta 100 km/h según las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).
Los expertos llevaban tiempo advirtiendo de la posibilidad de que casos como el de Danielle o como el de el huracán Leslie de 2018 se hagan cada vez más habituales.
Extremadamente difícil. Que un huracán llegue a Europa es extremadamente difícil. Incluso en casos extremos como el de Kirk, estos ciclones se debilitan mucho antes de llegar a nuestras costas. El motivo está en la propia naturaleza de los huracanes.
Los ciclones tropicales requieren de agua caliente para nacer y fortalecerse. Es por eso que tienden a surgir en las aguas cercanas a los trópicos. Cuando los ciclones pierden el sustento del agua caliente para absorber energía tienden a perder fuerza. Esto ocurre cuando tocan tierra o cuando se adentran en aguas más frías.
El otro factor clave que nos protege de los huracanes es el de los vientos dominantes. En los trópicos donde los huracanes nacen y se fortalecen los vientos predominantes circulan de este a oeste. Esto aleja de Europa y África a cualquier huracán formado en los trópicos.
Camino a Europa. La cosa cambia en las latitudes altas del Atlántico norte. En esta región las aguas no suelen ser tan cálidas como en los trópicos, pero los vientos dominantes sí se desplazan hacia el este, hacia las costas de Europa.
Son varios los huracanes que, tras nacer y ganar intensidad en latitudes bajas llegan al norte y comienzan a desplazarse, hacia el este. Estas tormentas van perdiendo intensidad en su camino y muchas veces acaban tocando tierra en el archipiélago británico.
Más calor, más riesgo. Pero las circunstancias están cambiando. La temperatura superficial de los mares lleva meses disparada. Desde la primavera de 2023 las temperaturas han batido numerosos récords. En el conjunto del Atlántico norte, 2023 y 2024 se han convertido, con diferencia, en los años más cálidos de los que tenemos registro en lo que a temperatura de la superficie marina se refiere.
Una mayor temperatura en el entorno de los trópicos implica más frecuencia de ciclones y mayor potencial para acumular energía. Esto facilita a su vez que estos ciclones puedan acabar siendo arrastrados por los vientos hacia el Atlántico oriental.
También aumenta la posibilidad de que los ciclones se formen en latitudes más altas y sean directamente arrastrados hacia el este desde su génesis. Este fue el caso precisamente de Danielle en 2022. Este ciclón evolucionó hasta convertirse en un huracán al norte del paralelo 37º N.
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