Esto va a sonar a otra generación, pero hay un capítulo de Los Simpson en el que Homer se convierte en guardaespaldas del alcalde. En uno de los paseos rutinarios de éste para cobrar sobornos, va al local del mafioso Tony el Gordo, donde está renegociando el contrato de los bricks de leche escolar. Homer abre una puerta y descubre que la mafia ha recortado gastos utilizando leche no de vacas, sino de ratas.
Pues en Indonesia hay quien está haciendo algo parecido, pero con leche de pescado.
Cambio de tendencia. En Indonesia hay vacas y se puede producir leche «convencional» sin demasiados problemas. Ahora bien, hay dos inconvenientes que son contradictorios y están afectando a la industria. El primero es que hay una creciente urbanización en el país, lo que ha llevado a un aumento de la demanda de productos lácteos, por lo que la oferta, a veces, tiene complicado cumplir.
El otro es que, a la vez, hay una tendencia creciente sobre la sostenibilidad y el bienestar animal, algo que está reñido con la industria lechera. Por eso, aunque el animal esté presente en el archipiélago, podemos decir que hay una escasez de vacas. Lo que no falta, en absoluto, es pescado.
Ordeñando peces. Ante ese aumento de productos lácteos y viendo que en las estanterías hay opciones como las bebidas a base de almendra o soja, la fundación Berikan Protein Initiavie vio una oportunidad: ¿y si nos ponemos a crear leche a base de pescado? Se trata de una fundación sin ánimo de lucro que lleva un año creando este producto que suena bastante poco apetecible.
En un reportaje de The Wall Street Journal podemos ver que todo comienza en Indramayu, una ciudad costera en la que los pescadores, dos veces al día, entregan su captura del pez poni a la fundación. Se transportan hasta una fábrica en la que los peces son deshuesados y, mediante la hidrólisis, se descomponen, secan y reducen a un polvo blanco que, afirman, es rico en proteínas.
De ahí pasan a otra instalación en la que se añade azúcar y saborizantes como fresa y chocolate. Se añade agua a la mezcla y listo: tenemos un buen batido de peces para merendar.
Optimistas. Mafatihul Khoiri es quien se encarga de gestionar la producción de esta leche de pescado dentro de la fundación y, cómo no, afirma que «sabe a leche normal, al menos para mí». Hace unas líneas contaba la anécdota del episodio de Los Simpson y, como suelen hacer, adivinaron el futuro. ¿Por qué? Pues porque medios locales ya han tratado a la leche de pescado como una opción potencial para los centros escolares.
Hay empresarios que ya han visto potencial en esto y afirman que es una industria que podría dar empleo a 200.000 personas, producir 500.000 toneladas anuales y generar un valor de 4.500 millones de dólares. Ese empresario se llama Budi Sulistyo y comenta que es «muy optimista».
Ministerios en contra. Ahora bien, no todos tienen la misma idea y frente a esta leche de peces, se encuentra Budi Gunadi, ministro de Salud. Si bien reconoce que no estaría mal ampliar las opciones nutritivas de cara a los indonesios, hay alternativas a la leche a base de peces. «Podemos criar vacas, importar la leche de Australia o podemos comprar una empresa australiana de vacas o de leche. Hay muchas, muchas, muchas opciones antes de ponernos a ordeñar el pescado». Me resulta hasta gracioso que repita «muchas» en tres ocasiones. No le debe hacer mucha gracia la idea.
Ojo, puede ser la leche del futuro. Pero, realmente, no es algo descabellado. El polvo derivado del colágeno de pescado se vende en algunos países como complemento alimenticio y la propia Unión Europea ha financiado a investigadores noruegos para que estudien cómo eliminar el olor de pescado en esa proteína a base de pescado.
Ese parece ser el mayor problema de esta sustancia, ya que es un olor muy característico que puede echar para atrás y, eliminando esa sustancia química que causa el olor, el polvo de pescado puede usarse en otros complementos, como suplementos deportivos o ayudas para hacer que algunas comidas sean más ricas en proteínas.
Azúcar. También hay que ver qué hacer con el sabor, ya que esa leche de pescado de Berikan Protein Initiative tiene 13 gramos de azúcar —muchísimo— y se han hecho pruebas para reducir la cantidad a 4,7 gramos. Es menos, sí, pero el problema es que cuando se reduce la cantidad de azúcar, aflora el sabor a pescado y se ven obligados a reducir la cantidad de proteína de pescado: de nueve gramos a sólo cinco gramos, casi la mitad.
Desde la fundación, aseguran que, aunque están estudiando cómo abordar estos inconvenientes, lo primero es asegurar la aceptación del mercado. Lo demás se ejecutará si los consumidores abrazan esta leche de pescado.
No es tan mala idea. Al final, aunque la leche de pescado suena como algo sacado de una parodia, representa un esfuerzo por encontrar soluciones innovadoras y sostenibles a los desafíos de la producción de alimentos. Si se superan los problemas de sabor y olor, podríamos estar ante una fuente de proteínas más accesible y eficiente para un mundo con nuevas necesidades alimenticias.
Imágenes | Forayya
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