Jared Isaacman no es, todavía, el nuevo administrador de la NASA, pero tiene todas las papeletas para serlo después de aceptar la nominación de Donald Trump. La elección del empresario de 41 años, que ha ido dos veces al espacio con SpaceX, es vista como un cambio a favor de la empresa aeroespacial de Elon Musk. Pero también como la condena al ostracismo de un gigante del sector: Boeing.
El annus horribilis de Boeing. Boeing ha vivido los peores meses de su historia desde que, en 2018 y 2019, dos aviones 737 MAX 8 recién estrenados sufrieran accidentes letales en Indonesia y Etiopía. En octubre de 2024, Boeing anunció el despido de 17.000 empleados; y a principios de noviembre, la compañía puso fin a una huelga de trabajadores que había paralizado durante siete semanas las líneas de ensamblaje de sus aviones comerciales, causando unas pérdidas estimadas de 6.100 millones de dólares.
El negocio espacial de Boeing no ha ido mucho mejor que el de los aviones este año. La nave espacial Starliner, que venía acumulando un vergonzante historial de fallos y retrasos, no pudo completar su primera prueba tripulada por un problema con los propulsores de maniobra. Una nave Crew Dragon de SpaceX subió a la Estación Espacial Internacional con dos asientos vacíos para «rescatar» a los astronautas que no pudieron volver en la Starliner.
La diferencia entre la Starliner y el SLS. Boeing ha perdido más de 1.800 millones de dólares en sobrecostes relacionados con la nave espacial Starliner. Al igual que la nave Crew Dragon de SpaceX, la Starliner se desarrolló bajo el programa de vuelos comerciales tripulados de la NASA con un contrato de precio fijo. Boeing esperaba recuperar estos sobrecostes cuando la nave estuviera operativa y pudiera llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional, pero los problemas de la Starliner están haciendo que SpaceX se ocupe de vuelos reservados inicialmente para Boeing, como el previsto para febrero de 2025.
Tras el fiasco de la última misión de certificación, Boeing puso en venta partes de su división espacial, incluido el programa Starliner. Su intención era quedarse con programas más rentables, como el cohete SLS de la NASA. Boeing es el contratista principal en el desarrollo del cohete lunar estadounidense, que tampoco está exento de críticas. El motivo son sus faraónicos sobrecostes de hasta un 1.228% del presupuesto original, según la Oficina del Inspector General, la auditora de la NASA. La diferencia es que, en este caso, los sobrecostes son asumidos al completo por los contribuyentes.
¿El último baile del cohete lunar SLS? El programa lunar Artemis de la NASA ya estaba bajo el escrutinio público por las ineficiencias de su arquitectura, los costes desorbitados del cohete SLS, los problemas en el escudo térmico de la nave Orion, las dudas en torno a Starship y, sobre todo, la presión ejercida por China, que planea llevar sus primeros astronautas a la superficie de la Luna en 2030. Sin embargo, la NASA ha seguido adelante con su hoja de ruta sin grandes cambios.
Un día después de la nominación de Jared Isaacman como futuro administrador de la NASA, el actual administrador, Bill Nelson, anunció un ligero retraso en el programa. La misión Artemis II pasa de septiembre de 2025 a abril de 2026, y la misión Artemis III, que supone el regreso de Estados Unidos a la superficie de la Luna, pasa de septiembre de 2026 a mediados de 2027.
El cohete SLS de Artemis II, en la que cuatro astronautas darán una vuelta alrededor de la Luna a bordo de la nave Orion, empezó a ensamblarse hace unos días. En cuanto a los problemas del escudo térmico de la nave espacial, se solucionarán sencillamente con una reentrada atmosférica más empinada y, por lo tanto, de menor duración.
Lo que se espera del nuevo administrador. Aunque el nombramiento de Isaacman tardará meses en hacerse efectivo, las elucubraciones sobre su mandato no se han hecho esperar. Isaacman, que hizo fortuna con la empresa de procesamiento de pagos Shift4, tiene una visión comercial del espacio, donde espera fomentar una economía para todo tipo de industrias.
Se deduce que empresas del New Space como SpaceX, Blue Origin, Axiom o Rocket Lab saldrán beneficiadas de su etapa al frente de la NASA, mientras que contratistas gubernamentales históricos, como Boeing y Lockheed Martin, saldrán perjudicados, siempre que sus enormes estructuras de lobby político, construidas durante décadas en el Congreso de Estados Unidos, lo permitan.
La carrera espacial contra China sigue en marcha. Isaacman también prometió hacer lo posible para que Estados Unidos gane la carrera espacial, lo que podría ser una referencia al programa lunar Artemis y su intención de eliminar ineficiencias. En tuits antiguos, se queja de que existan dos contratos para desarrollar aterrizadores lunares (Starship de SpaceX y Blue Moon de Blue Origin) porque esa redundancia no aplica de la misma manera al cohete SLS y porque el dinero del contrato adicional podría usarse para financiar misiones científicas.
Pero, puestos a eliminar ineficiencias, los expertos coinciden en que la primera víctima de Isaacman podría ser el propio SLS. Si fuera aprobada por el Congreso, la decisión de sustituir el cohete de la NASA por un vehículo comercial más barato sería la caída definitiva de Boeing como gigante espacial. En cuanto a su sustituto, podría ser una Starship de SpaceX, solo que entonces la nave Orion no tendría sentido. Por no hablar de la desfachatez de fiarlo todo a una sola compañía.
La principal apuesta para reemplazar el SLS es una colaboración público-privada entre múltiples empresas que ya tengan vehículos espaciales más baratos: un cohete New Glenn de Blue Origin o Falcon Heavy de SpaceX para lanzar la Orion, y una etapa Centaur V de ULA para impulsar la nave hacia la Luna. Boeing quedaría relegada a un papel secundario, por su participación en ULA, y condenada a abandonar el lucrativo desarrollo del cohete SLS.
Imágenes | NASA, SpaceX
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