Había llegado el momento: este año, tocaba cambiar de móvil. Tras dar muchas vueltas a la decisión y tener al Pixel 9 en la lista hasta el último momento, me decidí por el iPhone 16. No la versión Pro -ya tenemos análisis del iPhone 16 Pro-, sino por la estándar. Hace unos días comenté cuáles eran mis motivos para tomar esta decisión y por qué considero que, ahora mismo, ya no soy un “usuario de iPhone Pro”.
El resumen era que quería mantenerme en el ecosistema de Apple, pero también tener una cámara más capaz para situaciones rápidas del día a día. El iPhone 16 Pro es un móvil excepcional, pero con características a las que no voy a sacar todo el partido como para gastar 200 euros extra que puedo invertir en unos AirPods 4, por ejemplo. Además, pensé que el salto desde mi iPhone 11 Pro sería más que relevante teniendo en cuenta las cuatro generaciones que han pasado desde entonces.
Lo curioso es que, estos últimos días, he estado viendo en Threads -red social que no me gusta nada, pero en la que estoy para ver si encuentro una alternativa a Twitter– muchas preguntas de usuarios que se cuestionaban si valdría la pena cambiar un iPhone 11 Pro/iPhone 12 Pro a un iPhone 16.
Como es justo lo que he hecho yo, te voy a contar mi sensación estas primeras 24 horas con la nueva generación de iPhone tras el cambio. Y si estás en esa situación y esto te puede ayudar a tomar la decisión de cambiar al 16, ir a por el 16 Pro o esperar a los iPhone 17, pues mejor que mejor. Te adelanto que no me arrepiento del cambio… en casi nada.
Un salto casi gigante
Cuándo cambiar de iPhone es un tema muy personal. Hay quien renueva anualmente, pero también quien se espera a las versiones pares o impares porque en un ciclo de dos años da más tiempo a innovar. También hay casos que aguantan todo lo posible con su móvil mientras siga recibiendo actualizaciones y, cuando va realmente mal o cuando Apple deja de dar soporte, es cuando deciden cambiar.
Mi iPhone 11 Pro ya estaba pidiendo la hora. Con un 72% de salud de batería, tenía que cargarlo más de lo que me gustaría, la potencia había dejado de ser suficiente para algunos juegos y se notaba que la multitarea (que no es el fuerte del iPhone) le costaba. También había animaciones que renqueaban un poco y, sobre todo, la cámara se había quedado atrás.
No por calidad de imagen, que ya veremos que sigue siendo muy buena, sino porque en interiores le cuesta. Y de noche ni hablemos. Con todo eso en cuenta, el cambio de un iPhone 11 Pro a un iPhone 16 es abismal. El diseño puede gustar más o menos, pero tener USB-C (aunque sea el lento) es una gozada y la pantalla pasa de las 5,8 pulgadas hasta las 6,1 pulgadas. El móvil no es mucho más grande, pero la pantalla sí. Y se nota mucho a la hora de jugar y ver contenido.
Hablando de consumo multimedia: los altavoces han mejorado una barbaridad. No sólo se escuchan mucho más alto que en el iPhone 11 Pro, sino que la calidad de sonido es muy superior gracias a unos graves más potenciados. Y al momento de jugar, lo cierto es que no he probado títulos muy exigentes, pero sí juegos de Netflix como ‘Hades‘ o ‘Dead Cells‘ y, aun siendo muy sencillos, el 11 Pro se calentaba y este iPhone 16 va como la seda.
La pantalla tiene la misma resolución, pero el rango dinámico es mejor gracias a un brillo superior, y eso también salta a la vista de inmediato. Donde sí se calienta el nuevo iPhone 16, pese a su disipador pasivo (por fin, Apple) es a la hora de cargar. He limitado la carga al 80%, pero con un cargador de 65 W, el móvil coge temperatura. Es algo totalmente normal y lo que he notado es que, cada vez que se calienta, cuando deja de estar bajo estrés el disipador hace su función y vuelve a la temperatura óptima rápidamente.
Me gustaría probar con juegos más exigentes, pero los disponibles actualmente como ‘Death Stranding’ o ‘Resident Evil VIII’ ya los tengo en PS5 y Xbox Series X y no voy a volver a pagar por ellos.
Por lo demás, el nuevo botón de acción es otra cosa que ganas si pasas de un iPhone Pro antiguo a un iPhone 16, así como la isla dinámica que sigue molestando, pero que al menos tiene más funciones que el tradicional notch. Y iOS 18 se mueve que da gusto. La pantalla va a 60 Hz y sigue siendo vergonzoso que un móvil de casi 1.000 euros tenga un panel a este refresco, pero las animaciones de iOS son muy buenas y la carga de absolutamente todo es rapidísima gracias al A18.
Vamos, que el cambio es evidente, pero si pasas de un iPhone con ProMotion a uno con 60 Hz otra vez, por muy fluido que vaya, sentirás que has perdido algo. Ah, algo también importante a la hora de cambiar de un iPhone viejo a uno de última generación: el NFC para pagos es algo más ágil, así como FaceID.
La cámara es otro cantar
Aunque había una serie de elementos por los que quería cambiar de móvil, la cámara era el más importante. Fuera de casa, la del iPhone 11 Pro se sigue comportando genial -de hecho, creo que es la mejor cámara que ha hecho Apple en un iPhone gracias al poco procesado de sus imágenes, pero eso es otro cantar-. Dentro de espacios, en el día a día, cuando haces fotos a comida en un restaurante o a tus mascotas, la cosa cambia.
Sí, evidentemente el 11 Pro se seguía defendiendo, pero un móvil más reciente, aunque no sea Pro, va a ser mucho más solvente. No pretendo hacer un análisis de las cámaras del iPhone 16, ya que ese tema lo abordará mi compañero Iván Linares a fondo en su análisis, pero sí quiero compartir unos ejemplos tomados este primer día para que veas el cambio de un iPhone 11 Pro a un iPhone 16.
Lo cierto es que es sorprendente y, antes de nada, quiero comentar que, con buenas condiciones de luz, la fotografía del 11 Pro me parece mejor gracias a un grano natural que no tiene el iPhone 16 (ni los anteriores iPhone desde el 12 debido a ese sobreprocesado) y tampoco presenta un sharpening exagerado. Me parecen mejores fotografías cuando las condiciones son las óptimas, pero las del iPhone 16 son mucho, mucho más versátiles.
Veamos los ejemplos y me explico:
Visto todo esto, el arma a favor del iPhone 16 son los nuevos estilos. No tanto por la nueva paleta con más opciones, sino por la posibilidad de personalizar el estilo para conseguir un mejor tono en las sombras antes o después de tomar una fotografía. Creo que es algo que se puede ver fácilmente en este vídeo que te dejo a continuación:
Al final, y con todo esto en cuenta, considero que cambiar de un iPhone 11 Pro o un 12 Pro a un iPhone 16, aunque perdamos el teleobjetivo de dos aumentos óptico, es una buena idea. No sólo tienes un chip mucho más actual (que garantiza muchos más años de actualizaciones), también USB-C, una pantalla brillante, muy buenos altavoces y una cámara que, con ese sensor grande principal y con el 2x digital, se porta genial en todas las situaciones.
Y, ya que estamos, te dejo un vídeo capturado con los dos iPhone. El de la izquierda vuelve a ser iPhone 11 Pro y el de la derecha, iPhone 16. Si te fijas en la parte superior, en los árboles, el ruido es mucho más notorio en el iPhone 11 Pro. La farola también tiene un destello que no está tan presente en el iPhone 16, pero ambos siguen montando lentes bastante reguleras, provocando brillos.
El gran angular sigue siendo muy, muy mejorable para un móvil de este precio, pero estoy muy contento con el cambio pese a que las fotografías del iPhone 11 Pro con buenas condiciones de luz me parecían más… naturales.
Fotos | Xataka
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