Los asistentes por voz, como Alexa o Google Assistant democratizaron la domotización de los hogares, y encender las luces con un comando de voz, controlar la lavadora de forma remota desde el smartphone o hacer la compra directamente desde el frigorífico se normalizó.
Sin embargo, hasta hace unos años, las casa domotizadas y automatizadas eran un privilegio reservado únicamente para los inquilinos ultrarricos. Esa tendencia ha dado un giro radical y, en la actualidad, las grandes fortunas buscan justo lo contrario: casas «tontas».
La desintoxicación digital: una nueva forma de lujo
«A menudo oímos a nuestros clientes decir que no quieren una casa más inteligente que ellos»,aseguraba Holly Hunt, diseñadora de interiores de casas de lujo, a Town & Country. No es un caso aislado. Cada vez más ultrarricos quieren que sus casas tengan la menor presencia de tecnología posible.
Lejos quedan aquellos años en los que grandes estrellas de Hollywood, como Sofia Vergara, presumían de controlar todos los electrodomésticos de su casa desde su smartphone.
Bill Gates llevó su famosa mansión Xanadu 2.0 a otro nivel. Según publicaba Business Insider, los invitados de Gates recibían un dispositivo con el que la casa detectaba automáticamente su presencia y ajustaba la iluminación de la estancia, su temperatura o la música ambiente en función de sus gustos.
Hoy en día, los ultrarricos prefieren alejarse de estas casas hiperconectadas, «Hubo una época en que atraer a un comprador de alto nivel significaba tener pantallas planas en casi todas las habitaciones, incluidas las áreas exteriores. Sin embargo, en el mercado actual, excesivamente automatizado, el exceso de tecnología puede ser un gran desincentivo», afirmaba la agente inmobiliaria de Pacific Sotheby’s, Gillian Flynn, en declaraciones a The Hollywood Reporter.


Los expertos en este tipo de casas de gama alta, como India Alexandra, de la consultora inmobiliaria The Moder House, aseguraban a Financial Times que «Hay elementos de las casas inteligentes que algunos compradores encuentran atractivos porque aportan comodidad, control y eficiencia. Pero, sin duda, tenemos clientes que prefieren vivir en casas con tecnología más sencilla y tradicional vinculada a placeres sencillos: darse un baño largo, encender el fuego, cocinar a fuego lento.
La experta inmobiliaria destacaba que «la gente lleva una vida ajetreada, y una casa suele ser un refugio de la tecnología que, de otro modo, domina la vida». Así pues, los ultrarricos ya no conciben su casa como un lugar automatizado, sino como un refugio de desconexión en el alejarse de pantallas y cualquier tipo de tecnología.
Las incomodidades ocultas de las casas inteligentes
Uno de los principales condicionantes de este cambio de tendencia es el constante avance de esta tecnología, que no siempre adoptan los mismos estándares y generan incompatibilidades y obsolescencia programada que los hace envejecer muy mal.
«Los datos muestran que aproximadamente el 57 % de los propietarios de viviendas con dispositivos inteligentes enfrentan problemas de compatibilidad, lo que hace que la gestión de un hogar conectado se centre menos en la facilidad y más en la resolución de problemas. La tecnología inteligente no siempre es tan sencilla como se anuncia», señalaba George Carrillo, director ejecutivo del Consejo Hispano de la Construcción en declaraciones recogidas por el portal inmobiliario Realtor.
Carrie Livingston, diseñadora de interiores de Beverly Hills, comentaba a The Hollywood Reporter que sus clientes estaban cansados de sus sistemas domóticos valorados en más de 100.000 dólares. «No encontraban ni un solo interruptor de luz en toda la casa. La esposa se quejaba de que cada vez que se levantaba por la noche, su marido veía su camino iluminado mientras iba de la cama al baño», ya que el sistema detectaba automáticamente su movimiento e iba encendiendo todas las luces.
En cambio, «otras veces, entraba en una habitación a oscuras donde las luces no se encendían por mucho que agitara los brazos», finalmente, Livingston optó por eliminar todo el sistema domótico y optar por un sencillo interruptor.
Ojos en todas partes
Los sistemas domotizados también plantean preocupaciones significativas en términos de seguridad. Según contaba Leonie Tanczer, profesora asociada en seguridad internacional y tecnologías emergentes a Financial Times, cualquier dispositivo conectado a internet es susceptible de ser hackeado.
En la misma línea se posicionan empresas de ciberseguridad como Kaspersky, que alertan sobre las vulnerabilidades de seguridad de los dispositivos conectados y el riesgo de que ciberdelincuentes puedan acceder a esas cámaras y tomar el control de todo el sistema domótico. Es casi como darles la llave de casa.
Otro problema es la recopilación masiva de datos por parte de estos dispositivos. Todos los electrodomésticos, desde el aspirador, la lavadora o el frigorífico, pasando por el aire acondicionado o el televisor, está permanentemente conectado a Internet y recopila datos que revelan patrones de uso y horarios, por poner un ejemplo.
En contraste, una casa «tonta» elimina estos riesgos al prescindir completamente de conexiones digitales innecesarias. Para muchos millonarios, el verdadero lujo ahora radica en tener un hogar simple donde puedan encender las luces con un interruptor básico sin preocuparse por ecosistemas tecnológicos invasivos.
Imagen | Unsplash (Linus Belanger, Linus Belanger, Jakub Żerdzicki)
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