Aunque el éxito internacional de los Monty Python llegó con películas de la envergadura de ‘Los caballeros de la Mesa Cuadrada’ o ‘La vida de Brian’ (chupito cuando alguien diga en los comentarios que ahora no podría hacerse), la destilación más pura de su humor está en el ‘Flying Circus’, o como lo ha titulado Netflix en español, ‘El circo volador de los Monty Python‘. Sus cuatro temporadas están en la plataforma, pero por muy poco tiempo: el 31 de octubre se irán para volver no se sabe cuándo (ese cuándo puede ser el 1 de noviembre… o no).
Se trata de la forma más perfecta de la formación, en pequeñas píldoras de seis o siete minutos, cuando Graham Chapman aún estaba vivo y John Cleese no había abandonado la serie, cosa que hizo de cara a la cuarta temporada. Y allí tenemos sketches que revolucionaron la comedia para siempre, gracias a su mezcla de guiños culturales, las animaciones tronadas de Terry Gilliam, sátira cien por cien británica y un peculiarísimo sentido del absurdo.
El Ministerio de Andares Tontos, la Inquisición española a la que nadie esperaba, el loro muerto, la canción de los lumberjacks, el drama del tenedor sucio, el Centro de Discusiones o el Mejor Chiste del Mundo son parte de su legado, uno que llega tan lejos como hasta la actualidad, varias décadas después del estreno de la serie. Si decimos que el correo basura es «spam» es gracias a los Monty Python, y ni siquiera es la huella más profunda que han dejado en la cultura popular.
Ver hoy ‘El circo volador de los Monty Python’ es enfrentarse a una serie que aturde por su modernidad. Sus juegos con la edición y el montaje, sofisticadísimos pese al ridículo presupuesto que manejaban, podrían ser de una serie de hoy mismo. Y su humor sigue siendo tan cáustico hoy como entonces: nadie se salva de la ametralaldora satírica de los Monty Python. Un clásico que esperamos volver a ver muy pronto en streaming, porque por desgracia, los programas así de valiosos (y de tronchantes) escasean.
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