Breve. Improbable. Trágica. La República Federal da Illa de Arousa duró casi lo que un suspiro. Se proclamó hacia última hora del domingo 7 de octubre de 1934, sobre la barra de una taberna isleña de las Rías Baixas, y apenas 24 horas después de ella apenas quedaba una lista garabateada en un papel de estraza y un enorme lío judicial. Y sin embargo, pese a su historia efímera, más fugaz incluso que la del Estat Català proclamado poco antes por Lluís Companys o la República Gallega de 1931, no resulta sencillo encontrar un adjetivo que la defina correctamente.
Al fin y al cabo la trágica república isleña duró menos que una mala resaca y sus repercusiones para sus protagonistas se extendieron durante años.
En algún caso con resultado fatal.
Nacida en una taberna
La de la República Federal da Illa de Arousa es una historia tan delirante que solo se explica por su atribulado contexto, durante el segundo bienio de la II República. Es más, sin ese telón de fondo probablemente el conato independentista gallego apenas habría pasado de una broma ocurrente entre colegas de cantina.
Su historia es muy sencilla.
Al calor de los convulsos aires políticos que soplaban en la España de 1934 y seguramente también del vino y licor de hierbas, un grupo de vecinos implicados en la política de Arousa decidió la tarde de 7 de octubre de 1934 que su isla debía constituirse como una república independiente. Así. Tal cual. Exactamente igual que había hecho poco antes Lluís Companys en Barcelona con el Estat Català.
Tan inspirados estaban que incluso improvisaron un documento repartiéndose los cargos del gobierno constituyente. Aquello podría haberse quedado en una broma de taberna si no fuera porque al día siguiente la Guardia de Asalto encontró el famoso papel y se montó un enorme embrollo judicial que acabó con varios de los implicados acusados de sedición ante un Consejo de Guerra.
Esa es el resumen. La historia es bastante más compleja.
Octubre de 1934 no fue un mes sencillo para la Segunda República. El día 5 octubre se inició la huelga general revolucionaria, especialmente intensa en Cataluña y Asturias, y un día después Companys proclamaba el efímero Estado Catalán. La isla de Arousa, una pequeña ínsula de las Rías Baixas, no era ajena a los vientos de la política nacional y la agrupación local del Partido Socialista decidió sumarse a las movilizaciones con una huelga el ocho de octubre.
La idea, explica el blog especializado en historia local Pandulleiros, era protestar por las condiciones de trabajo en las empresas conserveras de la zona.
La decisión se tomó el domingo 7, durante una asamblea que acabó derivando en una tarde de charla y debate en la taberna Juanito de Luisa, más conocida entre los lugareños como ‘O Nicho’. Allí, entre barriles de ribeiro, tazas de vino y botellas de agua ardiente, no tardó en lanzarse una idea, una propuesta, asegura Pandulleiros, por el propio tabernero: ¿Por qué quedarse solo en la huelga? ¿Qué impedía a Arousa seguir el ejemplo de Cataluña y proclamar la isla como una república?
Quizás suene disparatado, pero la idea surgió en un contexto muy concreto, que iba más allá de la taberna de ‘O Nicho’ o posible influencia del vino.
Además del contexto revolucionario, Pandulleiros recuerda que entre los vecinos de la isla había también una sensación de «agravio» y «abandono» por parte de las instituciones. En 1873 la isla había perdido su estatus de municipio independiente para pasar a depender del Consistorio de Vilanova de Arousa, un estatus que no recuró hasta finales del siglo XX, cuando volvió a convertirse en una villa.
Pesase más una u otra razón, lo cierto es que lo de constituir una República en A Illa de Arousa debió de sonar bien entre los parroquianos reunidos en ‘O Nicho’ porque hicieron algo más que lanzar ideas sueltas al aire. Sacaron un lápiz y elaboraron una lista sobre cómo debería formarse el gobierno provisional.
En una hoja de papel de estraza anotaron una lista de cómo quedaría el Gobierno constituyente. Con cargos. Y con nombres propios, con sus apellidos y apodos. La presidencia recaería por ejemplo en Santiago Otero Pouso, «Pajares». La cartera de Justicia en Andrés Mougán, «Tormenta»; la Gobernación en Manuel Iglesias… Y así otros cargos, entre los que se incluían las áreas de Hacienda y Cultura.
Pasó la noche de debate.
Pasó el domingo de la «proclamación» en ‘O Nicho’.
Y amaneció la jornada de huelga del 8 de octubre de 1934, que arrancó con el estallido de una bomba en una ferretería local. No llegó a aclararse quién fue el responsable, pero horas después se presentó en la isla una dotación de guardas de asalto decidida a controlar la jornada de movilizaciones. Y no tardó en localizar el papel con la famosa lista garabateada la víspera con los cargos de la república.
El papel apareció mientras cacheaban a uno de los implicados, Segundo Nine. Quizás por azar. Quizás por un chivatazo. El caso es que los guardias se llevaron consigo a un buen puñado de vecinos, incluidos los que habían hecho repicar las campanas tras su llegada, y los trasladaron en un camión a Pontevedra.
Entre los primeros arrestados no estaba Santiago Otero Pouso, «Pajares». El presidente de la frustrada república isleña se había ocultado precisamente para evitar a los guardias, pero no se libró durante mucho tiempo. Acabó entregándose poco después, cuando regresaron a la isla tras una segunda explosión.
«El ambiente en A Illa era de huelga. Los pobres fabricantes (conserveros) veían que el pescado se pudría en el muelle, por lo que llamaron al Gobierno civil. Por la tarde se presentaron en un barco 15 o 20 guardias de salta y empezaron a registrar a la gente de la calle», relata Juan Luciano, historiador local, a La Voz de Galicia.
Aunque nunca llegaron a tomar posesión de sus cargos y la república federal de la Illa de Arousa no pasó de la barra de ‘O Nicho’, la idea salió cara a los implicados. Hay varias versiones. Algunas afirman que parte de los detenidos estuvo varios meses en prisión. Otras, que el sábado 13 todos estaban ya en la calle.
Lo que parece claro es que tuvieron que enfrentarse a un proceso judicial que se prolongaría durante meses, hasta terminar con su absolución en 1935.
Por desgracia, ese no fue el final de la historia.
Si los aires de la política española eran convulsos en octubre de 1934, no eran muchos mejores en 1936. Tras el estallido de la guerra civil y durante la represión franquista aquel antecedente revolucionario pesó sobre parte de los implicados. Fue el caso del presidente de la trágica república isleña, Pajares. Las crónicas cuentan que acabó fusilado por los falangistas y arrojado a la ría en 1937.
Un final trágico para la efímera república isleña de Arousa.
Imágenes | Manuel Alende Maceira (Flickr), Fotosderianxo (Flickr)
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