A lo largo de su historia, el Boeing 757 ha tenido múltiples variantes. Entre ellas encontramos el Boeing 757-200, que tiene 47,3 metros de largo y puede transportar alrededor de 200 pasajeros, y el Boeing C-32, adaptado específicamente para la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Sin embargo, ninguna es tan especial como la que veremos a continuación.
Estamos hablando del F-22 Flying Test Bed. Tanto su apariencia como su nombre nos sugieren de qué se trata este avión, pero los detalles son más que interesantes. Se trata de un Boeing 757 que fue adaptado para convertirse en un banco de pruebas del caza de superioridad aérea F-22 Raptor ideado en la década de 1980, en medio de las tensiones de la Guerra Fría.
Un Boeing 757 bastante particular
Ahora bien, no estamos hablando de cualquier Boeing 757, sino del primero construido por Boeing. Este prototipo salió de la fábrica de Renton (donde actualmente se fabrica el Boeing 737 MAX) en enero de 1982 para embarcarse en una serie de pruebas periódicas antes de que las unidades de producción del modelo empezaran a ser entregadas a las aerolíneas.
Después de cumplir con su propósito inicial, este avión cuya matrícula es N757A se convirtió en una pieza clave del desarrollo de F-22 Raptor. Las innovaciones que incluiría el caza no tenían precedentes en la industria de la aviación, principalmente en términos de aviónica y software integrado, donde convivirían más de un millón de líneas de código.
Para permitir un primer acercamiento a estas innovaciones y resolver problemas anticipadamente, Boeing adoptó un esquema donde los sistemas se probarían tanto en tierra, en el Laboratorio de Integración de Aviónica (AIL), como en el aire, en Banco de Pruebas Volador (FTB). Y tenían el avión ideal para esta última función, el primer Boeing 757.
Como podemos ver en las imágenes, el N757A cambió radicalmente. El avión ahora tiene una nariz de F-22 Raptor que esconde un radar AN/APG-77 de barrido electrónico activo (AESA). La parte superior de la cubierta de vuelo es el hogar de una estructura grande y plana que alberga las antenas del sistema de soporte eléctrico AN/ALR-94 del avión de combate.
El interior del 757 modificado cuenta con una cabina de simulación de F-22 con sus correspondientes pantallas y mandos. También hay varias estaciones que permiten que durante los vuelos de prueba trabajen hasta 30 ingenieros y técnicos. La idea, como decimos, es evaluar los sistemas preliminares con el máximo realismo posible.
Una de las ventajas del F-22 Flying Test Bed es que el equipo puede probar múltiples configuraciones de software en un vuelo de prueba. Las evaluaciones se realizan en tiempo real y, algo muy importante, no están limitada por la reducida autonomía de vuelo que tienen los aviones de combate, por lo que pueden extenderse durante unas siete horas.
Pese a que el F-22 Raptor dejó de producirse en 2011, la Fuerza Aérea está interesada en mantener a este caza de quinta generación actualizado. Por este motivo, el Boeing 757 “Catfish” continúa cumpliendo su misión. Frecuentemente vuela a la Base Edwards de la Fuerza Aérea en California, donde realiza pruebas combinadas con F-22 Raptor en servicio en vuelo.
Imágenes | Clemens Vasters (CC BY 2.0) | Geoff271989 (CC BY 2.0) | U.S. Air Force photo by Ethan Wagner | Chad Bellay/Lockheed Martin
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