Leía este fin de semana un estupendo artículo del inmenso Om Malik en el que observó algo de lo que yo no fui capaz de darme cuenta: cuando usa sus Vision Pro, el navegador web se siente completamente fuera de lugar en un dispositivo diseñado para experiencias inmersivas.
Defiendo y amo la Web, pero no puedo quitarle la razón a esa verdad incómoda: Safari, Chrome y sus hermanos son una suerte de supervivientes en la era de la IA, y el paso del tiempo solo hará que sus canas sean más evidentes.
Durante tres décadas, desde Lynx hasta Chrome, el navegador ha partido de una premisa inmutable: humanos navegando documentos. La IA destruye ese paradigma. No ve páginas, sino datos puros que recombina a voluntad. Las URLs y los botones «atrás» son vestigios de otra época y cada vez lo serán más.
La transformación ya está aquí. Los chatbots sintetizan respuestas directas. Los dispositivos inmersivos exigen interfaces que trascienden la «página». Como dice Josh Miller, de The Browser Company (la empresa tras Arc y ahora Dia), necesitamos un sistema operativo, no un visor de documentos. De hecho, en eso está ahora The Browser Company.
No fueron los comandos de voz ni las interfaces sin pantalla quienes revolucionaron la Web. Es la IA, desagregando la información en flujos remezclables, lo que está cambiando nuestra forma de interactuar con los datos.
Esta transformación, que ya estamos viendo (de ahí sale por ejemplo lo de que OpenAI quiere crear su propio navegador o las pistas de que aspira a ser la nueva Google), trae consigo preguntas incómodas sobre control y poder.
Los navegadores tradicionales democratizaron el acceso con estándares abiertos. Las puertas de entrada basadas en IA amenazan no solo con llevarse por delante algún imperio, sino también con concentrar ese control en los nuevos oligarcas digitales.
El futuro necesita algo más que un navegador mejorado. Requiere una inteligencia que entienda tanto el contexto humano como el océano de datos, y parece muy complicado que ocurra algo distinto. La pregunta es si podremos preservar la apertura que hizo grande a la Web. Y parece complicado que eso ocurra.
Imagen destacada | Denny Müller en Unsplash
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