Hace más de 7.000 años, alguien colocó por accidente plomo o cinabrio cerca del fuego y descubrió que podía fundirse. Aunque ocurrió mucho antes de la invención de la escritura y quedó fuera del registro histórico, este hallazgo casual reveló que algunas «rocas» podían derretirse. Milenios después, en plena Edad del Cobre, la humanidad ya había perfeccionado la fundición de metales.
Entre los grandes maestros de este arte destacaban los antiguos habitantes de la actual Varna, en Bulgaria. Su legado quedó inmortalizado en una necrópolis descubierta en 1970, un auténtico «cementerio dorado» que contiene el tesoro de oro y joyas más antiguo conocido en el mundo.
Varna. Ubicada en la costa del Mar Negro, la de Varna es una región con una historia milenaria. Tanto que es uno de los epicentros culturales y, sobre todo, comerciales del sudeste europeo. La fertilidad de los suelos y su ubicación propiciaron que, durante milenios, los humanos se asentaran allí, convirtiendo la región en un puente entre el Mediterráneo y el norte de Europa.
Así, se convirtió en un centro cultural gracias a unas fuertes redes comerciales que propiciaron el intercambio de bienes y contacto entre pueblos. Y algo no menos importante fue la parte tecnológica, esa que los orfebres perfeccionaron durante milenios para producir armaduras, armas y joyas, dando forma a metales como la plata o… el oro. No era un metal fácil de trabajar al tener unas propiedades muy diferentes a la de la plata o el bronce, mucho más maleables, pero esa experiencia de los artesanos elevó Varna por encima de otras ciudades.
La necrópolis. Damos un salto de miles de años y nos plantamos en 1972. Raycho Marinov, de 22 años, era un operador de excavadoras que estaba realizando un trabajo en las afueras de Varna cuando, de pronto y durante un día rutinario, la excavadora desenterró un conjunto de objetos nada comunes. Eran algunas piezas de artesanía en cerámica y herramientas, pero Marinov lo consideró lo suficientemente importante como para informar a las autoridades.
Así, el arqueólogo Mihail Lazarov emprendió la primera excavación y, como suele decirse, fue buscando plata… y encontró oro. Resulta que lo que parecía un descubrimiento menor era, en realidad, una enorme necrópolis de la Edad del Cobre. Tenía más de 4.000 años de antigüedad y se descubrieron unas 300 tumbas. Esto era interesante, pero mucho más el tesoro que estaba enterrado.
Una mina (de oro). Ese dominio del oro por parte de la sociedad de la Varna prehistórica provocó que los orfebres confeccionaran todo tipo de objetos en este material. Y lo hicieron a conciencia: en la necrópolis se hallaron cientos de objetos fabricados en oro. Sumaron más de seis kilos y también había herramientas de cobre, cuchillas de obsidiana, todo tipo de joyas, amuletos y mucha cerámica.
La más importante, al menos la más emblemática, es la Tumba 43. Aparte de los restos óseos, hallaron un cetro y ¿capuchón? de oro para el pene, además de joyas y otros elementos ornamentales. De hecho, esta tumba contenía más oro del que se ha encontrado en todo el resto del mundo para esa época. ¿Sería un rey? ¿Un príncipe? Pues eso se pensaba, pero ahora la tendencia es creer que era un herrero.
Rituales. También había tumbas sin restos óseos, pero con piezas de oro o cualquier otro objeto, y esto habla de los complejos rituales que aquella sociedad seguía cuando tocaba dar sepultura a sus difuntos. Estos artefactos demuestran que la sociedad no sólo tenía habilidades avanzadas en metalurgia y orfebrería, sino que contaban con un sistema de creencias muy arraigado que los llevaba a depositar esos objetos en los lugares de descanso eterno.
Y había diferencias entre hombres y mujeres. Ellos eran colocados boca arriba, mientras que ellas se enterraban en posición fetal. También encontraron una evidente diferencia en las clases sociales evidenciada por la cantidad de enseres con las que era enterrado cada uno.
Capitalismo. Más allá de los propios rituales funerarios, lo que la necrópolis de Varna evidenció fue que existía una fuerte estratificación social. De hecho, como cuentan algunos de los responsables del hallazgo en un artículo de Smithsonian, los arqueólogos bromearon de la ironía. En el momento del descubrimiento, Bulgaria era un país comunista y estaban ansiosos por promocionar el país.
Sin embargo, la ironía para los arqueólogos era que ese cementerio fue el primer clavo en el ataúd de esa ideología comunista. «Demostró que, incluso hace miles de años, la sociedad estaba muy segmentada, con gente muy rica, una clase media y, en su mayoría, personas que no tenían nada más que una olla o un cuchillo que pudieran llamar suyo. Era lo opuesto a la ideología oficial», afirma Alexander Minchev, arqueólogo de 25 años que participó en el descubrimiento de 1972.
Caída y legado. Sin embargo, como cada gran civilización antigua, llegó el ocaso. Los enterramientos en el sitio se produjeron en unos pocos siglos: entre 6.600 y 6.200 años atrás, pero junto a otras culturas que florecieron durante la Edad del Cobre a lo largo del Danubio, las prácticas terminaron abruptamente hace unos 4.000 años.
Se cree que una combinación de factores —como un cambio climático—, convirtió las grandes áreas de tierra fértil en pantanos. Pudieron darse otros hechos que provocaran que este pueblo cambiara su forma de enterrar a sus muertos, pero los investigadores tienen claro de que la de Varna era una cultura muy avanzada a su época que, con ese desarrollo del comercio y la orfebrería, sentó las bases de las civilizaciones actuales.
Imágenes | Viajeaeden, Mark Ahsmann, Gabriele Burchielli, Zde
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