La historia de México está ligada a la del aguacate. Y viceversa. Esta fruta se ha cultivado en el país durante siglos, apareciendo incluso en el calendario maya y siendo algo que los nobles recibían como tributo. Sin embargo, el consumo de aguacates no explotó hasta finales del siglo XX. Fue entonces cuando la fruta alcanzó relevancia a nivel nacional debido a diferentes factores, pero sobre todo a anuncios en la Super Bowl y la tradición de comer nachos con guacamole durante el partido.
Desde entonces, nos hemos embarcado en la fiebre mundial del aguacate. Sea por sus propiedades nutricionales o por moda, el cultivo y consumo de aguacate es un mercado tremendo en la actualidad. No es del agrado de todos debido a varios motivos entre los que está la tala de árboles y el excesivo consumo de agua. Y en México han empezado a aparecer milicias antiaguacate.
Paraíso aguacatero. Debido a la cantidad de dinero que mueve el aguacate, México lo ha convertido en una piedra angular de su economía. El Gobierno encargó en 2017 un estudio sobre el potencial del aguacate que estima que, en 2013, la producción nacional pasaría de menos de dos millones de toneladas hasta los 3,16 millones de toneladas en 2030, con un valor de exportaciones que se iba a duplicar, alcanzando los 4.655 millones de dólares.
Estados Unidos es el principal destino del aguacate mexicano (país con el que tuvieron una larga lucha hace no tantos años debido a esta fruta) y en eventos como la Super Bowl, se han llegado a consumir 100.000 toneladas. Esa cantidad sólo durante el partido y teniendo en cuenta tanto el propio aguacate como los productos derivados (el guacamole, por ejemplo).
Jugoso negocio. En ese mismo estudio, se estimó que la demanda mundial de aguacate aumentaría de los 2,84 millones de toneladas hasta los 4,24 millones de toneladas. Por eso, el Gobierno se está planteando la mejor forma de cubrir la demanda nacional a la vez que satisfacen ellos mismos el 50% de la demanda mundial gracias a una serie de estrategias para consolidarse aún más en Estados Unidos (mediante la renegociación del ‘Tratado de Libre Comercio de América del Norte’), en Europa, en Reino Unido, en Japón y, sobre todo, China, mediante medidas de cooperación con sus órganos de gobierno.
En el mapa que vemos sobre estas líneas, la Subsecretaría de Agricultura mostró el mapa estratégico de las diferentes regiones mexicanas en las que se puede optimizar más aún la producción aguacatera.
Datos incoherentes. El problema es el que comentamos anteriormente: aumentar las plantaciones de aguacate requiere espacio y mucha, pero que mucha agua. Eso está provocando que aumente la deforestación y aumentando las consecuencias de las sequías en algunas zonas.
En Mongabay se hicieron eco de la diferencia entre los estudios oficiales y los no interesados. Según el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, identificaron 167.747 hectáreas en todo Michoacán. Los autores del estudio ‘Estimación de los patrones de fragmentación y conectividad del bosque templado en un paisaje dominado por el aguacate para proponer estrategias de conservación’ identificaron una cantidad mucho, muchísimo, mayor: 244.705 hectáreas. Alrededor de un 30% serían ilegales.
Aparecieron los cárteles. Estiman que, de cara a 2050, hará que sumar otras 100.000 hectáreas de huertas en Michoacán y el 60% de ellas es probable que se establezcan en algún bosque. Pero más allá de los cultivos oficiales y registrados, está el problema de los cárteles. Siendo un negocio tan lucrativo, las organizaciones criminales (un problema para la mayoría de empresarios mexicanos, como ellos mismos han reconocido) quieren un pedazo del pastel.
En un artículo de The Guardian, locales de zonas cultivadas hablan sobre cómo los cárteles del narcotráfico se han sentido atraídos por esta industria y, mediante extorsiones y el control del territorio, se han ido involucrando en el control del aguacate. Hace unos años ya contamos que estos grupos están ejerciendo violencia contra las poblaciones locales para asegurar el control de alguno de los segmentos de la cadena de producción del aguacate.
Y llegó la milicia antiaguacatera. En el mismo artículo de The Guardian se expone que, teniendo todo esto en cuenta, hay poblaciones que han empezado a tomar medidas y a hacer la justicia por su cuenta. Uno de esos casos es el de Cherán, una localidad que ha establecido una resistencia organizada y armada en contra de la deforestación, el cultivo masivo de aguacates y como protección contra los cárteles.
Esta especie de guardia forestal vela por evitar la tala ilegal y la plantación de nuevos huertos de aguacate. De hecho, han empezado a tomar medida contra las zonas deforestadas al realizar plantaciones de pinos para ‘atraer’ las lluvias y reforzar la recarga de unos acuíferos subterráneos que los cultivos de aguacate estaban drenando.
Tienen sus motivos. Con ese afán por recuperar sus tierras y para defenderse ante las prácticas de extorsión y dominio territorial de los cárteles, y teniendo en cuenta la inacción del gobierno, el levantamiento de Cherán ha servido de inspiración para otras localidades cercanas. Al final, y como ocurre en otros lugares de México en los que se protegen de los cárteles, el rechazo a la violencia y la autodefensa son dos importantes motivos, pero también quieren proteger el medio ambiente y, sobre todo, asegurar la supervivencia local.
Los habitantes de Cherán exponen que el cultivo del aguacate ha causado estragos en toda la región y su objetivo es garantizar que la comunidad pueda seguir accediendo al agua para asegurar la supervivencia de la comunidad. Veremos qué ocurre, pero no parece que esa expansión aguacatera vaya a finalizar por mucho que surjan más milicias antiaguacateras. De hecho, ya no es sólo la mafia, sino también los propios empresarios y grupos venidos de Estados Unidos —como los Driscoll’s— que intentan sobornar a los locales para comprar tierras y seguir expandiendo los cultivos.
Imágenes | Petar43,
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