El 1 de octubre de 2024 se produjo uno de esos momentos que quedarán marcados en los libros de historia. Claudia Sheinbaum era investida como presidenta de México, la primera mujer en ocupar la presidencia en más de 200 años de historia del país. Se abre, por tanto, un nuevo horizonte con, entre otros, la incógnita de la posible la ruta “energética” que tomará el nuevo gobierno frente a los problemas del pasado.
Investidura. La ceremonia se llevó a cabo en la Cámara de Diputados durante una sesión del Congreso de la Unión, con la presencia de varios dignatarios internacionales y políticos clave, incluido el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, quien fue ampliamente elogiado por Sheinbaum en su primer discurso.
Primeras pistas. En clave “energética”, Sheinbaum destacó en su investidura su compromiso con la transición y el impulso a las energías renovables como uno de los pilares de su mandato. De hecho, subrayó que presentará en breve un Plan Nacional de Energía, que incluirá nuevas inversiones en la generación y transmisión de energías limpias, con un enfoque en reducir los gases de efecto invernadero.
Acto seguido señaló que Pemex y la CFE seguirán desempeñando un papel clave en el sector energético, asegurando «la soberanía y el acceso a energía limpia y asequible». Un plan que busca contribuir a la lucha contra el cambio climático, garantizando, sobre el papel, la participación tanto del sector público como el privado, pero con el Estado manteniendo el 54% de la generación de energía.
Estudios de una gobernante. Que la nueva presidenta tiene a la energía solar como ámbito estrella está fuera de toda duda, la forma en la que lidiará con el legado y la apuesta por los fósiles de Obrador, sí genera más controversia. Sheinbaum se graduó como Ingeniera en Energía en la UNAM y obtuvo un máster en Ingeniería Energética tras su tesis sobre el uso eficiente de la energía.
En 1995, recibió su doctorado en Ingeniería Energética en la Universidad de California, Berkeley. Una vez más, se especializó en energía renovable y cambio climático, centrándose en el uso de biocombustibles y el análisis de políticas energéticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Una vida dedicada a la ciencia. Tras regresar a México, Sheinbaum se integró como investigadora titular en el Instituto de Ingeniería de la UNAM, donde contribuyó al desarrollo de proyectos sobre energía solar y la evaluación de políticas energéticas sostenibles. De hecho, fue una de las pioneras en estudiar los impactos ambientales de tecnologías energéticas en el país, participando activamente en proyectos internacionales sobre la evaluación de emisiones y el cambio climático.
Durante este período, publicó decenas de artículos en revistas académicas internacionales, enfocándose en el uso de energías limpias, el desarrollo de tecnologías solares y las políticas públicas para la sostenibilidad (fue miembro del IPCC que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2007).
La fotovoltaica, en el centro. Se puede decir sin miedo a equivocarnos que ha sido uno de los pilares de su investigación, analizando y promoviendo la energía solar fotovoltaica como una solución viable para el suministro de energía en zonas urbanas y rurales de México.
Sheinbaum trabajó en el desarrollo de modelos y estudios que mostraban cómo podía ser una fuente clave para reducir la dependencia de combustibles fósiles, disminuir las emisiones de carbono y mejorar el acceso a la electricidad en áreas no conectadas a la red eléctrica. También colaboró en estudios que demostraban el potencial de la energía solar en el país debido a su alta radiación solar.
AMLO y los fósiles. Las dudas, como decíamos, tienen más que ver con el legado del hoy ex presidente de México, López Obrador. Durante su presidencia, mantuvo una política energética centrada en la soberanía petrolera de México, lo que implicó fortalecer a Pemex (Petróleos Mexicanos) y priorizar la extracción y refinación de hidrocarburos. También defendió la producción de petróleo como un pilar económico nacional, revirtiendo algunas de las reformas energéticas previas que abrirían el sector a la inversión privada.
Además, invirtió significativamente en proyectos como la refinería de Dos Bocas y en la modernización de las refinerías existentes, con el objetivo de alcanzar la autosuficiencia energética y disminuir la dependencia de las importaciones de combustibles. Aunque AMLO expresó su apoyo a las energías renovables, echando la vista atrás, quedaron en un muy segundo plano durante su gobierno, sobre todo en comparación con los proyectos petroleros.
La herencia. ¿Cómo afronta entonces esa ruta energética la nueva presidenta frente al legado de Obrador y su apuesta por los fósiles? Si nos centramos solo en el “legado”, Obrador deja una estructura centrada en el petróleo, pero con el desafío de lograr ese equilibrio hacia las energías renovables. De hecho, y como decíamos al inicio, Sheinbaum manifestó su intención de continuar con la producción de petróleo, pero con un enfoque más moderado, limitando la producción a 1.8 millones de barriles diarios y dando prioridad a la transición energética hacia fuentes limpias como la solar y la eólica. Parece una contradicción.
Dicho legado implica una transición ciertamente delicada: mantener la fortaleza de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como actores clave, mientras «cruza la acera» y avanza hacia una matriz energética más sostenible, y todo ello sin olvidar los retos ambientales y de dependencia a largo plazo y sin contar cómo va a resolver los acuciantes problemas hídricos y contaminación de aire del país.
Un auténtico galimatías de difícil resolución, uno que, esperemos, la ciencia de la presidenta sepa dilucidar.
Imagen | Carlo Columba, Presidencia de la República Mexicana
En Xataka | México optó por la “soberanía energética”, y ahora se ha encontrado con un problema de difícil solución
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