México tiene un problema con la violencia. El crimen organizado, estrechamente relacionado con el narcotráfico, ha impregnado todos los estratos sociales, llegando a un punto en el que las guerras entre cárteles se han convertido en auténticas guerras civiles y en el que grandes empresas afirman que estas organizaciones controlan gran parte de sus negocios legítimos.
No solo afecta a empresas, sino a parte de la población. Más allá de la violencia directa contra poblaciones o los daños colaterales de esas guerras de bandas, se han conocido casos de personas modificando sus hábitos diarios (llevando réplicas de móviles para entregarlas en los atracos) y hasta financiando directamente el crimen organizado debido a las bandas que piratean las antenas de Internet.
Sin embargo —y afortunadamente—, no es así en todos los territorios, y hay uno que estaba dominado por el crimen organizado hace una década, pero que ahora es una de las zonas urbanas más seguras de México. Esa es la historia de Tampico, una ciudad en la que sus habitantes se hartaron del crimen organizado y actuaron por su cuenta.
Toque de queda voluntario
Tampico es una ciudad portuaria ubicada en la región Huasteca. Esta zona es de gran importancia cultural debido a que los mayas tuvieron aquí salida directa al Atlántico, siendo un foco cultural muy relevante. Tampico tiene unos 300.000 habitantes y, en 2010, los residentes decidieron aplicar algo que parecía una locura: un toque de queda voluntario.
En un reportaje de Milenio, recuerdan esa época. Como está ocurriendo actualmente en otros municipios, en febrero de 2010 se produjo una ruptura entre el Cártel del Golfo y el de los Zetas. Esto se tradujo en un conflicto armado entre las bandas que pilló a los civiles en medio. Grupos criminales locales aprovecharon el revuelo para actuar y los días siguientes en Tampico, Madero y Altamira estuvieron marcados por la violencia.
Sin reportes oficiales por parte de las autoridades, con personas que no podían asistir al trabajo y con policías asesinados —cuyos cadáveres se mostraban en público—, el clima de los municipios era de terror absoluto. En un reportaje publicado por BBC Mundo se recuerda cómo había más de 30 secuestros al mes y 100 homicidios al año, convirtiendo Tampico en una de las ciudades más peligrosas del país.
En ese artículo, un empresario local cuenta cómo los grupos criminales iban secuestrando uno por uno a diferentes ciudadanos. Los retenían durante uno o dos días, pedían rescates o los llevaban a comisarías cómplices en las que debían dejar sus propiedades. Entre la violencia y la corrupción de las instituciones, Tampico era un infierno. Fue entonces cuando los ciudadanos se autoimpusieron un toque de queda y cuando se empezó a gestar el cambio.
El caso Tampico
Ese cambio vino de la mano de la creación de la Mesa Ciudadana de Seguridad y Justicia de la Zona Sur de Tamaulipas, una reunión a la que asisten generales del ejército, altos cargos policiales, rectores de universidades y empresarios. Una vez al mes, desde hace una década, se reúnen para discutir la mejor forma de mantener la región a salvo, pero todo empezó con una primera sesión en la que trataron el tema clave: atacar la raíz del crimen organizado de la zona.
Luis Apperti es un empresario y uno de los fundadores de la Mesa que ha sufrido en su propia familia la violencia de las bandas organizadas. En BBC Mundo comentó que, viendo que las autoridades no podían hacer nada, la Mesa se creó para enfrentar al crimen. Sin embargo, se dieron cuenta de que no podían resolverlo todo y se enfocaron en una de sus causas.
En sus palabras, más que la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes, la raíz de ese crimen organizado era la corrupción. «Era tal el nivel de cooptación de las autoridades por parte del crimen organizado que tú no podías denunciar, ya que durante el camino a denunciar los malos ya eran informados y te interceptaban por el camino», afirma Apperti.
Así, la Mesa lanzó campañas para conseguir grandes sumas de dinero para reforzar la infraestructura policial y la creación de un centro de denuncias totalmente independiente de las autoridades locales. Y los resultados son evidentes.
«En tres años ya habíamos triplicado el número de policías. En cinco, logramos la primera meta de cero secuestros, y hace seis años logramos ser una de las ciudades más seguras del país». Con los resultados, las autoridades policiales y judiciales alejadas de la corrupción y la eficacia de los cauces legales, la comunidad empezó a cooperar con la Mesa. ¿Cómo? Animándose a denunciar, algo impensable unos pocos años atrás.
Una academia de policías es «lo que permite que puedas confiar en tu policía y así, luchar entre todos contra el crimen», según Willy Zúñiga.
Así, la ciudad ha pasado a tener números envidiables para otras localidades mexicanas, con cero homicidios y secuestros durante los últimos meses, y solo dos extorsiones. Que la corrupción es el principal problema en México, por delante de la mencionada pobreza, es algo en lo que coincide Willy Zúñiga, rector de la Universidad de Seguridad y Justicia de Tamaulipas, donde se forman cuerpos policiales.
Así, hoy Tampico es todo un ejemplo para México. Apperti afirma que no son el Estado y no pueden acabar con el narco, pero comenta que «lo que sí podemos hacer es crear un entramado institucional fiable, que involucre a la comunidad y que facilite las denuncias para que las autoridades puedan hacer su trabajo».
Esa organización ciudadana no es algo ajeno a algunas zonas mexicanas. Un ejemplo son las milicias locales que intentan evitar la masificación del cultivo de aguacate (donde el crimen organizado también tiene influencia debido a la inmensa importancia de este producto para el país). Y, recientemente, la actual presidenta de México detalló su plan para acabar con la violencia a nivel estatal.
Claudia Sheinbaum presentó una hoja de ruta en la que el entendimiento de las causas, la cooperación de la Guardia Nacional, el uso de sistemas de inteligencia y la coordinación entre departamentos serán clave para acabar con esta violencia. Sin embargo, apunta a la pobreza como uno de los principales motivos por los que los jóvenes se unen a estos grupos y, entre los críticos con estas medidas, están los que apuntan que el principal problema es la corrupción política y policial.
Y eso, como hemos visto, es lo que ha demostrado Tampico durante la última década.
Imágenes | Comisión Mexicana de Filmaciones from México D. F., Jonas Zacarias
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