Carlos Ghosn es brasileño, tiene 70 años y este mismo verano avisaba de que Honda tenía la intención de comprar Nissan. Probablemente sabía de lo que hablaba teniendo en cuenta que, en su día, llegó a ser CEO de Nissan, de Renault y presidente y CEO de la alianza entre las dos compañías.
También es probable que sepa bien de lo que hablaba porque su carrera al frente de ambas compañías estuvo marcada desde el primer momento por el aspecto puramente financiero. Unas cuentas que, de hecho, terminaron por hacerle huir de Japón metido en una maleta.
Desde entonces se encuentra en «busca y captura».
Esta es su historia.
El «asesino de costes»
O Le Cost Killer, como le llamaron tras su paso por Renault.
Porque precisamente fue en Francia donde Carlos Ghosn disparó su carrera empresarial. Aunque brasileño de nacimiento, el abuelo de Ghosn era libanés (algo esencial para terminar de entender esta historia). Bichara Ghosn emigró al país sudamericano y crió allí a su familia a través de compañías de todo tipo, inmersas en productos agrícolas y hasta en la aviación.
Aunque la familia se mantuvo en Brasil, Ghosn se trasladó a Líbano siendo todavía un niño que había sido afectado por beber agua en mal estado cuando tenía apenas dos años. En su vuelta a Líbano, Ghosn destacó por sus estudios y se convirtió en ingeniero. Esto le valió para marchar a Francia, donde entró a formar parte de la plantilla de Michelin.
Aunque apenas llevaba tres años como graduado, en 1981 cogió las riendas de una planta francesa de la empresa de neumáticos y escaló a tal velocidad que en 1985 ya dirigía las operaciones de Michelin en Sudamérica como COO de la compañía en aquel mercado. El reto era devolver la rentabilidad a una división que hacía aguas. Un reto del que probablemente aprendió muchas cosas que aplicaría más tarde.
Tras conseguir devolver a la rentabilidad a su división en dos años, Renault puso sus ojos en el brasileño de origen libanés. En 1996, la compañía francesa se encontraba en una situación extremadamente complicada. Con pérdidas milmillonarias, el cierre de su planta de Vilvoorde (Bélgica) y el despido de 2.764 empleados franceses, urgía una renovación.
La dirección fue tomada en 1999 por Ghosn, quien emprendió un duro camino de ajustes con el que se ganó el apodo de «asesino de costes». Tomó la decisión de crear de la famosa alianza con Nissan (esa misma que hoy pende de un hilo) y puso en marcha todo tipo de ajustes. Hacerse con el 36,8% de Nissan permitía a Renault acceder a tecnologías que, hasta entonces, quedaban fuera de su alcance, además de compartir desarrollos con la compañía nipona (ahorrándose dinero por el camino) y abrirse a nuevos mercados. Con el tiempo, la posición francesa se afianzó hasta poseer un 43% de Nissan.
La reestructuración fue, eso sí, completamente traumática para ambas compañías. En total, se eliminaron 21.000 puestos de trabajo, explican en La Información. Igual que Renault, los nipones vivían inmersos en una dura crisis. Pese a sus éxitos del pasado, sólo mantenían tres modelos entre los 46 coches más vendidos de Japón.
La dirección de Ghosn en Renault y Nissan estuvo marcada por cierres de plantas, miles de despidos… y la vuelta a su rentabilidad
Con el tiempo, los duros ajustes dieron resultado. Primero en Renault, donde devolvió a la senda de los beneficios en los años 2000 aunque, a finales de la década, volvería a pasar una situación realmente complicada. Con una oferta demasiado dependiente de Europa, la crisis económica de 2008 aniquiló las ventas hasta reducirlas en un 57% y una reducción de sus beneficios de un 78%.
Los franceses consiguieron salir adelante gracias a la ayuda del Estado francés (que entregó 3.000 millones de euros) y a la aplicación de las mismas políticas que le habían funcionado anteriormente: miles de despidos. Concretamente, se lanzó el mensaje de que la plantilla debía reducirse en 9.000 empleados menos que saldrían de bajas incentivadas, la mitad de ellas en Francia.
Mientras, Nissan vivía dentro de un plan de reestructuración que había hecho vibrar todos los cimientos sobre los que se construían las empresas chinas. La dirección de Ghosn dejó el cierre de cinco fábricas y el despido de miles y miles de empleados. En una cultura en la que se prima el conservadurismo, es probable que los ecos del pasado hayan animado al Gobierno japonés a presionar para que Honda rescate esta vez a Nissan, tratando de cerrar la puerta a la taiwanesa Foxconn que parece querer tomar partido en ella.
De una manera o de otra, Carlos Ghosn consiguió lo que, en los años 2000, parecía imposible: Nissan y Renault eran rentables. La hazaña fue tal que explican en Expansión que el directivo habría empezado a llamarse a sí mismo «refundador de Nissan». Un ánimo que debió durar poco porque en 2018 la Justicia llamaba a su puerta y Carlos Ghosn desaparecía.
La caída (y huida) de Ghosn
Era noviembre de 2018 cuando agentes de la policía japonesa arrestaban a Carlos Ghosn en Tokio cuando estaba a punto de tomar un vuelo en el aeropuerto de Haneda.
A Ghosn se le acusaba de desviar parte de su sueldo durante años, con el objetivo de no pagar impuestos, y utilizar dinero de Nissan para sus gastos personales. De hecho, fue una investigación interna de la compañía la que destapó la supuesta apropiación de fondos de la compañía. En total, se estimaba que Ghosn, que tenía un sueldo de seis millones de euros según Expansión y era uno de los directivos con mayor poder de la industria, habría desviado 38,5 millones de euros entre 2011 y 2015.
Las acusaciones eran especialmente graves pero la Justicia nipona dejó al directivo en libertad condicional, tras pagar una fianza millonaria, a la espera de una nueva cita con el juzgado. Cita que nunca se produjo porque, sin saber muy bien cómo, Ghosn desapareció de Japón. Poco después, se supo qué había sido del directivo. Estaba en Líbano y, desde entonces, se encuentra allí huido de la justicia nipona.
Pero, ¿cómo podía ser que hubiera tomado un vuelo y salido del país sin que nadie lo supiera? El tema se trata en la docuserie de Apple TV+ llamada Se Busca: Carlos Ghosn. En ella se relata la fuga de Ghosn a Líbano, donde tenía pasaporte gracias a los orígenes de su abuelo, y en la que habla el propio directivo.
Como se termino sabiendo, Ghosn contó con la ayuda de un padre y un hijo estadounidenses, como explicó a BBC. Enfrentado a una acusación que le podía llevar a pasar 15 años en la cárcel, el brasileño de origen libanés consiguió burlar a la justicia saliendo del país metido en una maleta. Concretamente, en las cajas utilizadas para transportar equipos de música.
Para ello, asegura tomó un tren bala de Tokio a Osaka, vestido con vaqueros y camiseta para no llamar la atención y que no le asociaran con el directivo trajeado que había salido en televisión. Allí, en Osaka, la caja para transportar instrumentos le esperaba en una habitación. Se metió dentro de la misma y dos estadounidenses se hicieron pasar por los músicos que iban a tomar un avión privado.
Michael y Peter Taylor, el padre y el hijo estadounidenses que ayudaron a Ghosn a escapar, fueron detenidos en Estados Unidos en 2020 y extraditados a Japón, donde fueron condenados a dos años y 20 meses de cárcel, respectivamente.
Desde entonces, Ghosn ha defendido su inocencia desde Líbano y sobre él pesa una orden de arresto de Interpol. Pese a todo, las demandas cruzadas entre las compañías y el directivo siguen llenando titulares cada poco tiempo.
En 2020, el directivo denunció a Renault exigiendo que le pagaran la jubilación que le debían, asegurando que su dimisión fue «una farsa». El año pasado, el propio Ghosn reclamaba a Nissan una indemnización por valor de 995 millones de euros por un “daño profundo” a sus finanzas y reputación. Sin embargo, el pasado mes de septiembre de 2024, el tribunal de las Islas Vírgenes Británicas, utilizado por Nissan para tratar de recuperar parte del dinero supuestamente perdido, sentenció que Ghosn debía entregar 32 millones de euros a la compañía nipona en concepto de indemnización y devolver uno de sus yates.
Un lustro después de su huida, todo indica que la rocambolesca historia de Carlos Ghosn no ha terminado.
Foto | Thesupermat en Wikimedia
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