Cuando Elon Musk fundó SpaceX en 2002 con ambiciones tan grandilocuentes como la conquista de Marte, pocos habrían apostado dinero a que desbancaría a los dos gigantes de la industria espacial estadounidense: Boeing y Lockheed Martin. Ahora es una realidad en todos los sentidos porque SpaceX acaba de convertirse oficialmente en el principal lanzador militar de Estados Unidos.
Sorpasso. La Fuerza Espacial estadounidense ha adjudicado 13.700 millones de dólares en contratos públicos para lanzar al espacio los satélites más críticos del Pentágono de aquí a principios de la próxima década. Entre ellos, nuevos satélites GPS avanzados y sistemas de comunicaciones estratégicas capaces de resistir incluso a un conflicto nuclear.
SpaceX se ha llevado la mayor parte del pastel con 28 misiones, valoradas en 5.900 millones de dólares. Son nueve más que las adjudicadas a United Launch Alliance (la joint-venture de Boeing y Lockheed Martin), con 19. Por su parte, Blue Origin (la empresa aeroespacial de Jeff Bezos) ha recibido siete misiones.
Adiós al duopolio. Cuando surgió el New Space con nuevas startups de cohetes como SpaceX y Blue Origin, Boeing y Lockheed Martin blindaron sus contratos militares con una empresa conjunta llamada ULA. Durante años, y gracias a la fiabilidad demostrada de sus cohetes, el Pentágono siguió alimentando el duopolio con la exclusividad de sus jugosos contratos.
SpaceX consiguió abrir una brecha en 2015 con su primer contrato militar después de una dura batalla legal para competir en igualdad de condiciones. Desde entonces, no solo ha logrado consolidarse, sino convertirse en el proveedor preferente de la Fuerza Espacial con el número más alto de contratos.
Se acabaron las excusas. Con cerca de 140 lanzamientos exitosos en el último año y tarifas más competitivas que la competencia gracias a su capacidad única de reutilización, el Pentágono no tiene muchas excusas para mantener el trato de favor con ULA en vez de elegir a SpaceX.
SpaceX pedía a la Fuerza Espacial 212 millones de dólares por lanzamiento en sus cohetes Falcon 9 y Falcon Heavy, frente a los 282 millones que pedía ULA para el Vulcan y los 341 millones que pedía Blue Origin para el poderoso cohete New Glenn, que apenas ha volado una vez.
Hay partido. A pesar de todo, ULA todavía tiene mucho que ofrecer con su nuevo cohete Vulcan, especialmente gracias a la etapa superior Centaur V que ofrece mayor maniobrabilidad y empuje en órbita que los Falcon de SpaceX.
Blue Origin por su parte, tiene el cohete más potente de los cuatro, con una cofia enorme en la que caben todo tipo de cargas, y las mismas aspiraciones de reutilización que SpaceX. Eso sí, apenas ha completado un lanzamiento de prueba, y falló en su primer intento de aterrizar en una barcaza en el Atlántico. Le queda al menos un vuelo de certificación para poder lanzar cargas militares.
Imágenes | SpaceX, Departamento de Defensa de Estados Unidos
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